Hoy se estrena en España un documental que ha ya cautivado a más de 250.000 espectadores en Francia. Se trata de 'Lourdes', una película de Thierry Demaizière y Alban Teurlai, dos directores que no se consideran personas de fe, pero que han conseguido captar la esencia del santuario mariano más importante del mundo con una sensibilidad excepcional, como señalan todas las críticas.

Cada año, más de 3 millones de peregrinos se acercan a este punto de Francia, muy cerquita de la frontera con España, en el que se apareció la Vírgen María en 1858 a una campesina de 14 años cuando jugaba con unas amigas junto al arroyo en el que se encuentra hoy el santuario. Bernardette se llamaba la niña y vivía en esta pequeña ciudad cuando apenas eran unas casas a los pies de los Pirineos y no el pueblo que es hoy con 15.000 habitantes y al que acuden más de 3 millones de personas al año.

Se lo dijo la Vírgen a la pequeña campesina: que debía beberse del manantial, que debía construirse una capilla allí y que debían organizarse procesiones hasta ese punto. Y así ha sucedido desde 1858. 164 años en los que se han producido 70 milagros y otras 7.000 curaciones inexplicables... por lo menos. Milagros que se acercan a pedir todos los años tres millones de peregrinos, como Jean Baptiste y Patrick, que aparecen en esta película, Lourdes, yendo a pedirlo para Agustín.

Como decíamos antes, Lourdes se encuentra a poco más de 100 kilómetros de la frontera con España. Cada año, miles de peregrinos van hasta allí a pedirle un milagro a la Vírgen. Los voluntarios que acompañan a los enfermos se llaman 'hospitalarios'. Fue en el santuario de Lourdes, al poco tiempo de las primeras apariciones, cuando nació la 'HOSPITALITÉ DE NOTRE DAME', que era un grupo de personas que se encargaron de que los enfermos pudiesen viajar hasta Lourdes.

Ellos los recogían en el tren, les conseguían alojamiento... y de ahí nacieron más tarde las hospitalidades diocesanas.

En 'La Linterna de la Iglesia' hemos hablado con Guillermo Cruz, consiliario de la hospitalidad de la archidiócesis de Madrid, que lleva yendo al santuario desde 1999; y dos hospitalarias: Mónica y Andie. "De estar compungida, en un túnel, de repente sentí paz", decía la primera de ellas, que además reconoce que fue una experiencia que le cambió la vida hace 15 años, cuando estaba pasando por un momento de ánimo muy bajo.