Los últimos acontecimientos que venimos viviendo en la Iglesia apenas nos han dado un respiro para pararnos a pensar en la oportunidad que se abre con el nuevo año que acabamos de estrenar. Muchos han comenzado con esos propósitos que tan difícil se nos hacen mantener en el tiempo: hacer más deporte, pasar más tiempo con la familia, dejar de fumar, leer más, usar menos el móvil… un sinfín de cosas que nos gustarían por aquello de sentirnos mejor y que está bien poder cumplirlas porque muchas de ellas nos hacen cambiar ciertas actitudes que no nos gustan.

Es un poco lo que pasa en nuestras sociedades. Ojalá entre todos esos propósitos haya alguno que nos haga caminar hacia la paz, que es quizá uno de los más grandes desafíos que tiene el mundo de hoy. La paz y el diálogo están unidos. Es ahí donde nace la comprensión, el respeto, la tolerancia o el perdón. A veces hay que ceder un poquito para buscar puntos comunes que nos hagan emprender un camino juntos.

Cuando toda esperanza parece desvanecerse en las negociaciones de los grandes conflictos que vivimos en el mundo, cuando parece que nada ni nadie puede contener determinadas situaciones, me gusta llevar las cosas a un terreno más palpable. Quizá porque para construir la paz debemos empezar por hacerlo desde nuestras propias experiencias. Y porque la paz es mucho más que la ausencia de guerra. Por ejemplo: la familia. Los que somos padres sabemos que tenemos la responsabilidad en el día a día de enseñar a nuestros hijos a tratar con respeto a los demás, a resolver conflictos de forma justa, a no pelearse, a escuchar, a tener fuerza de voluntad… Al final la paz es el resultado de muchas actitudes que nacen también del ejemplo de los padres.

Claro, la sociedad, como tantas veces ha recordado el Papa, se edifica sobre la familia. Si no hay paz en la familia, cómo va a haberla en un barrio, en una ciudad, en un país. Al final todo está relacionado. Quizá caminar hacia esa paz debería estar en esa lista de propósitos que cada uno ponemos en marcha a comienzos de año.

Es tiempo de paz, es tiempo de escucha y es tiempo de diálogo.