
La verdadera amistad es un don de Dios
Vuelve a escuchar el monólogo de Irene Pozo en 'La Linterna de la Iglesia' del 16 de mayo de 2025
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¿Qué tal? Muy buenas noches.
Ya de vuelta de Roma, donde hemos vivido y contado un acontecimiento de enorme significado para la Iglesia y para el mundo: León XIV se ha convertido en el Papa número 267 de la historia. Se abre una nueva etapa que vendrá, sin duda, caracterizada por la continuidad con el pontificado anterior, pero también por una renovada esperanza.
De todo lo vivido estos días, hoy quiero hablar de una imagen. Una de las escenas que más me conmovió en el momento de la elección del nuevo Papa fue, sin duda, la bella sonrisa y la profunda felicidad del cardenal bosnio Vinko Puljić, desde el balcón de la basílica de San Pedro, durante la presentación de León XIV. Esa expresión sincera y luminosa, enmarcada por la gravedad de su enfermedad y el hecho de que, inicialmente, no tenía previsto participar en el cónclave, transmite mucho más que alegría: es un testimonio silencioso pero elocuente de fe, fraternidad y esperanza.
Verlo allí —frágil pero presente, feliz no por sí mismo, sino por la Iglesia y por su amigo, el nuevo Papa— nos habla de una amistad que trasciende las palabras. Un gesto sencillo, profundamente humano, cargado de sentido. En un mundo que muchas veces se vuelve frío, individualista y desconectado, su sonrisa se convierte en un mensaje poderoso de la cercanía que tanto necesitamos.
La amistad verdadera —como la que seguramente lo unía al nuevo Pontífice— se muestra justamente en estos momentos: en la capacidad de alegrarse por el otro, de acompañar incluso cuando el cuerpo ya no tiene fuerzas, de estar. El cardenal Puljić, con ese gesto, nos regala una imagen del Evangelio vivido: la amistad como lugar de encuentro, de consuelo, de comunión.
Esa misma cercanía la vivieron los apóstoles con Jesús. No eran perfectos, pero eran amigos. Y Jesús no los llamó siervos, sino amigos. Una amistad nacida de la convivencia, de la confianza, de compartir la vida. No fue una relación idealizada: estuvo marcada por dudas, caídas y reconciliaciones. Pero fue real. Porque la amistad, para ser verdadera, exige cercanía, conocimiento mutuo, tiempo y entrega.
La amistad auténtica es un reflejo del amor de Dios. Precisamente el Papa Francisco, en la exhortación Christus Vivit, fruto del Sínodo de los Jóvenes, habla con ternura sobre ello y nos recuerda que "la verdadera amistad es un don de Dios". No se trata de un vínculo útil o interesado, sino de una relación que se cultiva desde la gratuidad, la escucha y la acogida. Un encuentro verdadero que transforma y enriquece. Porque solo cuando nos abrimos al otro en profundidad podemos conocerlo de verdad... y dejar que nos conozca.
La sonrisa del cardenal Puljić nos recuerda que, aun en la fragilidad, se puede ser testigo de la alegría del Evangelio. Y que una amistad verdadera, cuando nace de Dios, se convierte en luz para el mundo.