"Una sociedad que cuida de sus mayores es una sociedad que no olvida de dónde viene"

Escucha el monólogo de Irene Pozo en 'La Linterna de la Iglesia' del 25 de julio de 2025

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¡Qué tal, muy buenas noches!

Este domingo la Iglesia mira de forma especial a los mayores. Y lo hace en este Jubileo de la Esperanza que como recuerda el Papa León XIV, nos ayuda a descubrir esa fuente de alegría a cualquier edad.

Mucho tenemos que aprender de nuestros mayores. Yo me quiero detener hoy en una imagen, una fotografía por la que han pasado los años, pero cada vez que la contemplo me lleva a ser consciente de todo aquello que somos. Porque la esperanza no caduca con los años y la vejez es un regalo, un tiempo que, si lo vivimos desde la mirada de Dios, se convierte en sabiduría, en experiencia, en serenidad y en testimonio.

Es una foto antigua. El papel ha amarilleado con los años y la luz se ha comido parte del color. Pero lo que no se ha borrado es el amor que encierra. En esa imagen estoy yo, recién nacida, en el regazo de mi abuelo. Y al mirarla, no puedo evitar que se me encoja un poco el alma. Porque ahí está él, con su rostro sereno, con ese gesto suave y paciente, mirándome como solo un abuelo sabe mirar: con ternura, con entrega y con ese amor que no necesita palabras.

Esta imagen me recuerda que la vejez es un don. Que quienes nos precedieron no solo vivieron antes que nosotros, sino que vivieron por nosotros. Abrieron camino. Sembraron futuro. Se entregaron sin reservas para que nuestra vida tuviera un lugar donde crecer.

Y hoy, tantos años después, me pregunto, ¿qué hacemos nosotros por ellos? ¿Dónde están nuestros mayores cuando el ruido del mundo ya no los escucha? ¿Quién se sienta con ellos a recordar? ¿Quién los abraza, como ellos nos abrazaron a nosotros cuando aún no sabíamos lo que era el amor?

Qué importante es cuidar. Cuidar de verdad. No solo acompañar, sino amar en el cuidado. Porque el cuidado es una forma concreta de decir: “Tú me importas”.

La sociedad actual a menudo los esconde, como si estorbaran. Pero no, no estorban. Son raíz. Son historia. Son sabiduría que no se aprende en libros. Son oración silenciosa, consejo sabio, mirada que no juzga... Y también son heridas que necesitan cuidado, soledades que piden compañía y silencios que claman cariño.

Pero en medio de todo esto, hay una llamada. Una responsabilidad. La de cuidarnos unos a otros. Porque una sociedad que cuida de sus mayores, que los honra, que los escucha, es una sociedad que no se pierde a sí misma. Que no olvida de dónde viene. Que es capaz de caminar con esperanza.

Hoy, mirando esta foto, entiendo un poco más la vida. Entiendo que el tiempo no solo pasa. Nos enseña. Nos recuerda que algún día seremos nosotros los que esperaremos una mano que nos abrace y una voz que nos diga: “Aquí estoy, no estás solo”.

Porque los mayores son el hilo invisible que teje generaciones. Porque si aprendemos a honrar la vejez, también sabremos envejecer nosotros un día con dignidad, con paz y con amor.

Hagamos de la vejez un regalo para todos. Y de nuestros mayores, un faro que siga iluminando el camino.

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