Una memoria que sostiene la fe y la esperanza: el legado de nuestros mayores

Celebramos este sábado la fiesta de los santos Joaquín y Ana, abuelos de Jesús, y desde hace cinco años en torno a esta fecha, instituida por el Papa Francisco tiene lugar la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores que este año tiene como lema “Feliz el que no ve desvanecerse su esperanza”. El Papa Bergoglio hacía siempre hincapié en que cada comunidad eclesial debía esforzarse por visitar a nuestros mayores, escuchando sus historias y testimonios de fe.

Este día trata de poner en valor el papel de los mayores, destacando su importancia en una sociedad que con demasiada frecuencia los relega o muestra indiferencia hacia ellos.

En su primer mensaje para esta Jornada, el Papa León XIV, en este Año del Jubileo, nos invita a reconocer a los ancianos no solo como destinatarios de la acción pastoral, sino como auténticos testigos de la esperanza y protagonistas activos de la vida eclesial.

Los abuelos y mayores son testigos vivos de fe y esperanza para la sociedad; son una riqueza que enriquece a la comunidad. Son un activo social muy importante que no siempre tienen todo el reconocimiento que merecen.

Y, como puedes imaginar, uno de esos primeros lugares donde hay que aprender a vivir y potenciar todo ello es en cada una de nuestras familias. En esa pequeña Iglesia doméstica. Qué sería, si no fuera por los abuelos, que han transmitido de generación en generación la fe de forma artesana.

Cada persona mayor es una pieza esencial para el presente. Son una voz profética ante una sociedad sedada en la ensoñación de actitudes individualistas. Que nunca dejemos de mirar a nuestros mayores con los ojos del corazón, porque en ellos habita la sabiduría de Dios y la esperanza que no defrauda.