estamos llamados a anunciar a Cristo con la vida, allí donde estemos

Escucha el monólogo de Irene Pozo en 'La Linterna de la Iglesia' del 6 de junio de 2025

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Qué tal, muy buenas noches. Acabamos de celebrar, hace apenas unos días, la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Este pasado lunes, entregábamos los Premios Bravo que reconocen, por parte de la Iglesia, a los profesionales de la comunicación que se hayan distinguido por el servicio a la dignidad del hombre, los derechos humanos y los valores evangélicos. 

Durante la entrega de los Premios, me dio por pensar en la bonita oportunidad que son para reconocer, entre otros, a tantos laicos que desde su vocación, anuncian el Evangelio a través de los medios, la cultura y la vida pública. Laicos que despliegan su vocación como una verdadera misión en el corazón del mundo, allí donde la palabra y el testimonio pueden transformar realidades y abrir caminos de esperanza.

Unos días después, este domingo, la Iglesia en España celebra el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. De nuevo estamos ante una ocasión que, más allá del calendario, nos invita a mirar con esperanza y responsabilidad el papel de los laicos en la Iglesia y en la sociedad. Una jornada que nos recuerda que todos, desde nuestro bautismo, estamos llamados a ser discípulos misioneros, a anunciar a Cristo con la vida, allí donde estemos.

Qué tal, muy buenas noches. Acabamos de celebrar, hace apenas unos días, la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Este pasado lunes, entregábamos los Premios Bravo que reconocen, por parte de la Iglesia, a los profesionales de la comunicación que se hayan distinguido por el servicio a la dignidad del hombre, los derechos humanos y los valores evangélicos. Durante la entrega de los Premios, me dio por pensar en la bonita oportunidad que son para reconocer, entre otros, a tantos laicos que desde su vocación, anuncian el Evangelio a través de los medios, la cultura y la vida pública. Laicos que despliegan su vocación como una verdadera misión en el corazón del mundo, allí donde la palabra y el testimonio pueden transformar realidades y abrir caminos de esperanza.

Unos días después, este domingo, la Iglesia en España celebra el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. De nuevo estamos ante una ocasión que, más allá del calendario, nos invita a mirar con esperanza y responsabilidad el papel de los laicos en la Iglesia y en la sociedad. Una jornada que nos recuerda que todos, desde nuestro bautismo, estamos llamados a ser discípulos misioneros, a anunciar a Cristo con la vida, allí donde estemos.

Y no es una idea nueva. Hace más de 60 años, el Concilio Vaticano II nos lo dijo con claridad: los laicos no somos espectadores en la vida de la Iglesia, no estamos llamados solo a recibir, sino a participar activamente en la misión evangelizadora. Decía el Concilio que el “carácter secular” es propio de los laicos. Es decir, nuestro lugar natural es el corazón del mundo: el trabajo, la cultura, la política, la familia, la vida social... Y ahí, en medio de todo eso, estamos llamados a ser luz, sal y levadura.

Esta llamada ha cobrado una nueva fuerza en los últimos años. Lo vimos en el Congreso de Laicos “Pueblo de Dios en salida”, celebrado en 2020, un encuentro que supuso el inicio de un proceso, de un camino de renovación que nos invita a pasar de una Iglesia donde unos pocos hacen mucho, a una Iglesia donde muchos, cada uno desde su lugar, caminamos y construimos juntos.

Y ese impulso ha seguido creciendo, sin ir más lejos con el Sínodo de la Sinodalidad, donde la Iglesia se está mirando a sí misma con humildad, para aprender a escucharse mejor y a dejar espacio a todos los carismas y vocaciones. Porque ser sinodales, al final, es vivir como hermanos que se reconocen corresponsables de la misión.

Y en ese mismo espíritu se ha celebrado recientemente el Congreso Nacional de Vocaciones, que nos ha recordado que cada uno de nosotros tenemos una llamada concreta, una vocación a servir desde lo cotidiano.

Hoy, más que nunca, el mundo necesita cristianos laicos que estén presentes en la vida pública, capaces de proponer con libertad y coherencia los valores del Evangelio: la dignidad de la persona, el bien común, la justicia, el cuidado de los más vulnerables, la defensa de la vida, la paz, la fraternidad, el cuidado de la creación…

Ser laico no es una vocación de segunda. Es una vocación plena, eclesial, y profundamente misionera. No se trata solo de hacer cosas en la parroquia –aunque eso también es importante–, sino de ser Iglesia en medio del mundo. De llevar la luz de Cristo a los lugares donde no llega de otra forma que a través de nuestra presencia.

Así que, mirando al próximo domingo, a ese Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, tal vez la gran pregunta que debemos hacernos es: ¿estoy viviendo mi fe con compromiso? ¿Estoy siendo testigo allí donde Dios me ha puesto?

Busquemos decir SI cada día para seguir construyendo una Iglesia viva, participativa y misionera. Y para que seamos capaces de transformar la sociedad desde la realidad que vivimos cada uno de nosotros.

Como dijo el Papa Francisco en su mensaje a los laicos españoles del Congreso “Pueblo de Dios en salida”: “no tengan miedo de patear las calles, de entrar en cada rincón de la sociedad, de llegar hasta los límites de la ciudad, de tocar las heridas de nuestra gente… esta es la Iglesia de Dios, que se arremanga para salir al encuentro del otro, sin juzgarlo, sin condenarlo, sino tendiéndole la mano, para sostenerlo, animarlo o, simplemente, para acompañarlo en su vida”.

Bienvenido a la Linterna de la Iglesia, te saluda Irene Pozo en este viernes 6 de junio.

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