
"Gracias por ser parte de esta comunidad que cada viernes se une para hacer vivo el mensaje del Evangelio"
Escucha el monólogo de Irene Pozo en 'La Linterna de la Iglesia'
- 2 min lectura | 2:09 min escucha
Qué tal, muy buenas noches. Hoy tengo que empezar dando gracias, de corazón, a esas 415.000 personas que cada viernes hacéis posible 'La Linterna de la Iglesia'. Gracias por la compañía, por la escucha, por la fidelidad, gracias por permitirnos entrar en vuestras casas, en vuestros coches, en vuestras rutinas y también en vuestros momentos de silencio.
Cuando uno intenta poner rostro a quienes estáis detrás de las cifras que cada tres meses publica el Estudio General de Medios, el famoso EGM, siente un poco de vértigo. Hacer información, opinión, análisis de lo que ocurre en nuestro mundo, y hacerlo desde un punto de vista cristiano, de valores, de coherencia, no es fácil. Pero creo que al final, a todos nos une algo: la misión y la vocación.
Estamos llamados a ser Iglesia en medio del mundo. Y eso no significa estar siempre de acuerdo, sino saber respetarnos y estar presentes, compartir la vida, acompañar y ofrecer claridad en aquellas cuestiones que a veces se nos atragantan un poco. Y la radio, esta radio, este programa, quiere ser precisamente eso: un espacio donde la fe, la esperanza y la vida puedan encontrarse.
Quizá por eso la radio tiene algo tan especial. Porque es capaz de unir historias, de conectar experiencias, de hablarnos cuando necesitamos compañía. Sí, la radio acompaña. Y es capaz de crear comunidad.
Una comunidad hecha de voces, de silencios, de preguntas y de respuestas. Una comunidad que no se ve, pero que se siente. Y que tiene la capacidad de abrir caminos y ofrecer espacios donde las ideas se encuentran.
Y ahí estamos todos. Cada uno en la realidad que vive a diario. Al final somos instrumentos de aquello que nos trasciende, de la verdad, de la esperanza y del amor. Y ser instrumento implica disponer el corazón, abrir las manos y dejar espacio para que algo más grande pueda actuar a través de nosotros. No se trata de ocupar un lugar o de adquirir cierto protagonismo, sino más bien de servir. Porque cuando uno se ofrece así, con humildad y entrega, descubre que la vida se llena de sentido y que la voz —la nuestra o la de la radio— puede convertirse en un camino para otros.
Por eso, os doy las gracias. Por sostener este espacio, por vuestra confianza, por vuestra escucha. Gracias por ser parte de esta comunidad que cada viernes se une con el mismo deseo: hacer vivo el mensaje del Evangelio.



