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Una carnicería resiste al cierre de un mercado de abastos de Vic, Barcelona: "Tengo que aguantar"

Cuando la persiana de un negocio de barrios baja para siempre, el mercado, la calle y la plaza de abastos en la que se encontraba se queda un poco más triste

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Madrid

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 13:38

Cuantas historias, cuantas vidas, cuantas alegrías y penas, cuanto trabajo, esfuerzo e ilusión se quedan encerrados para siempre en un simple recuerdo, cuando pasa algo tan anodino como es: bajar la persiana del comercio del barrio de toda la vida. Y cuando la persiana baja para no volver a subir, el mercado, la calle, la plaza se queda un poco más triste. Más silenciosa y aburrida. Con menos vida.

La lenta agonía que lleva sucediendo en el centro de las ciudades desde hace décadas. Con cuentagotas y en silencio, de manera casi invisible. Echó el cierre el primero, hace más de una década, porque se jubilaba y sus hijos no querían heredar un negocio poco rentable y en vías de extinción, y le siguieron el pescadero, el carnicero y el huevero.

Y así, sin pena ni gloria, cerró el primer mercado del barrio. Pero, al poco tiempo, paso lo mismo en otro barrio y así, como las fichas de dominó, el escenario se ha ido multiplicando y extendiendo por otros barrios y otras ciudades de toda España.

El comercio de barrio, un negocio que agoniza

En los años 80, en España había 100.000 tiendas de toda la vida. En 2008, de esas cien mil ya solo quedaban 26.000, una cuarta parte. Hoy en día casi no llegamos a los 23.000 comercios tradicionales, tiendas de barrio y mercados.

Miles de clientes han pasado de llenar la despensa en el mercado del barrio, en la galería de siempre, para perderse en los larguísimos pasillos de un gran supermercado. Y así, cierre a cierre, es como hemos llegado hasta el día de hoy, en el que tengo que darte otra mala noticia. El pasado sábado, después de 44 años de servicio al municipio y a la comarca, el mercado de Vic, en Barcelona, echaba la persiana.

Un recinto de tres plantas y 2.800 metros cuadrados, situado en pleno centro de la ciudad. Un mercado que llegó a albergar 180 paradas o puestos. Carnicerías, pescaderías, fruterías, droguerías, lo habitual de un mercado. Solo queda, como Astérix y su aldea gala, una parada abierta. La de Pilar Molins, la propietaria de la carnicería y charcutería “Ca la Pilar”. Es la única que sigue abierta, que aún resiste en el mercado de Vic.

La propia Pilar Molins ha explicado en 'Herrera en COPE' que ha sentido "un poco de tristeza". Pero que la gente "ha respondido muy bien". Es decir, que fueron a comprar a su puesto una gran cantidad de personas. "Agradezco a toda la gente, los clientes que me han dado la confianza. Estoy aquí gracias a ellos", añade.

Pilar tiene muy claro que no va a bajar la persiana, que tiene que "aguantar". Lleva 28 años en el mercado municipal de Vic y tiene claro es tiene la obligación de seguir abriendo su puesto por sus clientes y por su oficio. Es una defensora del "mercado municipal, de los mercados de ciudad". "Pienso que Vic es una ciudad de mercados", concluye.

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