La escribió hace unos años, pero Carlos Herrera tenía pendiente leerla. Una novela con una trama de suspense que gira en torno a la figura de un hombre que ahora es ya leyenda. Manolete. Era 1947 cuando el mundo del toro se despedía de él.

Para su autor, Joaquín Pérez de Azaústre, Manolete siempre ha sido un enigma. Su fascinación, y sus dudas, están reflejadas en ese libro: “La suite de Manolete”. Una novela negra, donde el espíritu del torero planea todo el tiempo.

“Cuando te estas tomando algo en Córdoba y ves un retrato de Manolete si parece que te está mirando desde la eternidad”. Se dijo que Manolete era un torero para olvidar una guerra, y dice Azaústre que “la sobriedad y serenidad con la que toreaba, que achicaba el terreno hasta llegar a estar en el mismo terreno que el toro, hizo que la gente se estusiasmara con él”.

Manolete “era un gran tímido”, y sorprenden las instantáneas en las que sonríe, porque dice el autor que es un sentimental, muy preocupado por su madre, con emociones muy profundas. Es un libro para taurinos y no taurinos porque el libro trasciente su profesión: “Era importante que la gente entendiera lo que representó Manolete en el mundo del toreo y sociológicamente”. Un hombre que cambió el humor de un país.