La dramática situación de un funcionario en prisiones que casi acaba con su vida: "Intentó clavar un trozo de cuchillo sobre mi cuello"

Trabajar entre muros sin apenas medios con mucho miedo. Esa es la realidad que vive Manuel Galisteo, funcionario de prisiones, quien ha contado su día a día en 'Herrera en COPE'

Manuel Galisteo, funcionario en prisiones
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'Herrera en COPE'

Escucha la entrevista a Manuel Galisteo, funcionario en prisiones 

Redacción digital

Madrid - Publicado el

3 min lectura

Manuel Galisteo lleva 25 años trabajando como funcionario de prisiones en el Centro Penitenciario de Archidona, Málaga. Coordina el sindicato "Tu Abandono Me Puede Matar" y ha vivido lo suficiente entre muros como para hablar sin eufemismos. “Ser funcionario de prisiones en España es una profesión dificilísima, pero también súper, súper desconocida”, dice con firmeza. Lo ha hecho este jueves en 'Herrera en COPE'. Y lo que más desconcierta, asegura, es que el miedo forma parte del día a día.

“No es algo constante, porque si no sería totalmente insostenible para que mi cabeza lo aguantara. Pero sí que se producen semanal o mensualmente situaciones muy tensas en las que el miedo se apodera de ti. Te tiemblan las piernas, te haces muchas preguntas. Te preguntas si de verdad merece la pena estar ahí”, reconoce. El origen de ese miedo suele ser siempre el mismo: un interno que, acostumbrado a hacer su voluntad, no acepta un no. “A modo de niño chico, pero con bastante más cuerpo, te planta cara a tu negativa o a tu orden directa”.

DESPROPORCIÓN ENTRE MÓDULOS

La relación entre funcionarios e internos, especialmente en módulos conflictivos o de aislamiento, está marcada por la desproporción. Mientras que un módulo puede tener hasta 120 presos, apenas dos funcionarios se encargan de mantener el control. Y cuando hay conflicto, no hay refuerzos externos ni unidades especializadas que entren. “Apagamos nuestros propios fuegos”, dice, sin metáforas.

Porque a veces esos fuegos son literales. “Cuando un recluso prende fuego a un colchón, bien porque quiere que entremos y agredirnos o bien como forma de protesta, somos nosotros los que entramos. Sin trajes de bombero, con el uniforme de trabajo y una bombona de oxígeno. Pero el humo del colchón es negro y súper tóxico. En siete u ocho segundos pierdes el conocimiento si un compañero no está atento”. Además, denuncia que los materiales con los que cuentan son mínimos. “Tenemos una goma, un escudo, unas esposas… y a partir de ahí, buscarte la vida”.

Imagen de recurso

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Imagen de recurso

Galisteo insiste en que lo que reclaman no es violencia ni represión, sino medios para trabajar con seguridad. “¿Por qué no nos dotan, por ejemplo, de pistolas Taser? ¿Por qué seguimos exponiendo nuestras vidas?”, se pregunta. Enfrentarse a una celda en la que el interno ha dicho “voy a matar al primero que entre” no es algo que se pueda improvisar.

ESCENAS DE AUTÉNTICA TENSIÓN

De hecho, él mismo ha vivido escenas límite. Como la vez que un interno armado con una pata de silla y un cristal afilado se atrincheró al fondo de la celda. “Nos invitaba a entrar. El primero que lo hiciera, se lo llevaba por delante”. En el forcejeo, Manuel acabó con un compañero encima y el preso intentando clavarle el arma casera en el cuello. “Sentí un líquido frío. Estaba convencido de que era sangre. Pero era sudor”.

Y lo más duro, confiesa, viene después. “Te lo vuelves a cruzar. Hablas con él. Y sabes que tiene todo el tiempo del mundo para decidir cuándo va a volver a intentarlo. Eso es muy duro. Muy, muy duro”.

Puedes escuchar la entrevista completa reproduciendo el audio en la parte superior de esta noticia. 

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