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Barbosa: "¿En qué quedamos? ¿España es un infierno machista o un lugar estupendo para vivir si eres mujer?"

La dificultad de los colaboradores occidentales para salir de Afganistán o las contradicciones del 'progresista ibérico', en el monólogo de Sergio Barbosa de este viernes

Sergio Barbosa

Sergio Barbosa

Periodista

Tiempo de lectura: 6'Actualizado 10:18

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¿Qué tal, buenos días? Saludos de Sergio Barbosa, en nombre de la gente que hace posible 'Herrera en COPE' en este viernes 20 de agosto.

Menudo mes de agosto nos tenía preparado este año 2021.Quién nos iba a decir que, enfrascados como estamos en la pandemia, ahora que tanto habíamos aprendido sobre incidencias acumuladas, variantes, cepas, vacunas y todo lo relacionado con el coronavirus... quién nos iba a decir que todavía encontraríamos tiempo para hacernos expertos en Afganistán.

Que sí, que uno, pues a poco que se interese, consigue tener un conocimiento “nivel usuario”: país asiático, musulmán, tumba de imperios, base de terroristas, hogar de los talibanes, capital Kabul.

Hombre, eso, quién más y quién menos, lo tiene en la cabeza, pero ha tenido que llegar el desplome de Occidente y la vuelta de los talibanes al poder para que los españoles volvamos a hacer gala de nuestra increíble capacidad para relacionarlo todo con nuestras cuitas internas.

Y ahí tienes, por ejemplo, al que, por ser conservador, le cuesta reconocer algún error de Estados Unidos en todo este asunto. Porque meterse con Estados Unidos es algo en lo que suele incurrir el izquierdismo y nos da cosa sonar un poco a eso. Lo cual no debería ser incompatible con reconocer, al mismo tiempo, que Europa ha vuelto a quedar a la altura del betún y que, efectivamente, los afganos también tendrán su parte de culpa.

El progresista ibérico, siempre dispuesto a chapotear en sus contradicciones.

Y, cómo no, ahí tienes también al progresista ibérico, siempre dispuesto a chapotear en sus contradicciones. Ha tenido que suceder lo de Afganistán para que todo el tinglado tremendista, victimista y absolutamente sobreactuado del que viven algunos, se venga abajo.

Miren, resulta casi enternecedor ver como desde la izquierda española, los mismos que hace dos días estaban diciendo que España, y especialmente Madrid, son un infierno para las mujeres y los homosexuales, ahora están diciendo lo contrario.

¿En qué quedamos? ¿España es un infierno machista o es un lugar estupendo para vivir si eres mujer?

Ahora se ponen superdignos, cuando exclaman que España debe ser solidaria y acoger a todos los refugiados afganos que pueda, porque, ojo, aquí las mujeres afganas, dicen, estarán seguras.

Acabáramos entonces, ¿en qué quedamos? ¿España es un infierno machista o España es un lugar estupendo para vivir si eres mujer?

Lo mismo el lunes nos pusimos un poco filosóficos, pero es que ya nos olíamos que esto iba a pasar. Qué ridículos quedan nuestros debates y nuestras cuitas posmodernas cuando, de repente, la vida te trae un surtido de realidad pura y dura.

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Qué descolocados están algunos que no saben si criticar a Estados Unidos por haber estado o por haberse ido de Afganistán, si los ejércitos son buenos o son malos, si España es un buen o un mal lugar para las mujeres.

El caso es que, en lo importante, en el mundo real. España ha mandado a Dubai un cuarto avión, y se sigue haciendo todo lo posible para ir dando viajes de Dubai a Kabul para sacar a cuánta más gente mejor, cuánto más rápido mejor. Precisamente a las tres de la madrugada salía el segundo avión para efectuar la segunda operación de recogida en Kabul.

Y luego ya, como saben, el plan es volver a Dubai y posteriomente hacer Dubai-Torrejón de Ardoz, donde ya han pasado la primera noche el medio centenar de afganos que ayer llegaban a España.

Les tienen haciendo cuarentena por el covid, les están tramitando los permisos para estar en España y les están dando mucho cariño.

Hay niños, hay mujeres. Algunos de los adultos trabajaron como traductores para nuestro ejército, pero otros van a tener que aprender español.

Gente, miren, que han perdido su patria y su día a día y eso qué duda cabe, es un desgarro, pero, por lo menos, ya están lejos del infierno que es ahora mismo Afganistán.

El que pensara que los talibanes habían cambiado y que ya no eran tan salvajes, porque se comportan como si hubieran contratado a un director de comunicación o a un 'spin doctor', pues, hombre, tienen que estar ya saliendo de su error.

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LA CONTENCIÓN, UNA POSE

Porque, por las imágenes y las informaciones que nos llegan desde Afganistán, es evidente que la contención de los primeros días era sólo una pose para evitar que Occidente se arrepintiera de marcharse con el rabo entre las piernas.

La ONU confirma que los talibanes están yendo casa por casa buscando a quienes colaboraron con los occidentales y, entre tanto, los islamistas disparan y atemorizan a las personas que tratan de entrar en el aeropuerto de Kabul, que se ha convertido en una especie de recinto sagrado, una especie de puerta entre dos mundos: el de la libertad y el de la barbarie.

El aeropuerto de Kabul se ha convertido en una especie de puerta entre dos mundos: el de la libertad y el de la barbarie

Una especie de reedición del muro de Berlín, cuando parecía inverosímil que un simple trozo de hormigón pudiera hacer de parteaguas entre dos mundos tan diferentes.

Pues eso es, ahora mismo, esa perímetro del aeropuerto de Kabul. Del perímetro hacia fuera, los talibanes pegando tiros para dispersar a la gente como si fuera ganado. Del perímetro hacia dentro, a pocos metros, los soldados internacionales ayudando a saltar la valla a las personas que consiguen llegar a ella, a veces incluso con niños pequeños en sus brazos.

Qué difícil, qué odisea es ahora mismo poder llegar a ese perímetro del aeropuerto de Kabul. Nuestros policías siguen trabajando para encontrar a los afganos que hayan trabajado para España y que sigan por ahí escondidos en Kabul, agazapados, cavilando la manera de poder llegar al aeropuerto.

El trabajo está siendo frenético y continua siendo un angustioso juego del gato y al ratón. Nuestros GEO y nuestros policías de la Unidad de Intervención no pueden ir directamente a las casas de los afganos.

Deben contactar con ellos, averiguar donde están sin levantar la liebre para que no les localicen los talibanes y darles pistas: “Oye, Sayed, ¿conoces la esquina del tal sitio con tal lugar? Pues a tal hora acércate por allí. Y una vez allí, trata de dirigirte al aeropuerto por tal camino, Ve con cuidado, amigo.”

Y ahí que Sayed, como buenamente puede, con más miedo que vergüenza, armándose de valor, trata de llegar al punto indicado, al lugar donde los agentes españoles, con el apoyo logístico de los marines estadounidenses tienen habilitado un pasillo de seguridad para alcanzar finalmente el aeropuerto.

Con los talibanes cada vez más agresivos, esa labor de recogida, esa operación para llegar al aeropuerto y acogerse a sagrado puede verse cada vez más comprometida.

Porque, efectivamente, el problema es atravesar esa marabunta de gente y talibanes parando a la gente antes de alcanzar los ansiados metros finales, donde ya nuestros agentes pueden meterte para dentro. Y más si algunos, como el caso de ARIF, tratan de acometer esa odisea, llevando encima, a sus hijos pequeños.

Correr por tu vida, con tus críos echados al hombro. Esto está pasando, ahora mismo, a 12.000 kilómetros de aquí, a unas horas de avión.

Por eso la sensación sigue siendo la de ir a contrarreloj, de no tener que un segundo que perder, y siempre con un ojo puesto a tus espaldas por lo que pueda pasar o las balas que puedan silvar a tu alrededor.

En las inmediaciones de ese aeropuerto, que se sepa ya han muerto al menos 12 personas, bien por disparos, bien por las estampidas. Uno de los colaboradores españoles, por cierto, ha resultado herido, pero parece que no es grave.

En total, las potencias occidentales han conseguido sacar ya de Afganistán a unas 8.000 personas. Y todo gracias a la actividad frenética en ese aeropuerto de Kabul, en esa torre de Babel donde muchos caminan sin rumbo, donde los militares no pierden ojo de lo que pasa fuera, donde los aviones siguen despegando y aterrizando como pueden, donde los helicópteros militares escoltan a esos aviones, sobrevolando continuamente la zona, como si de grandes moscas se tratara.

EL ÚLTIMO DE AFGANISTÁN

Pues en algún lugar de ese 'pandemonium' está el lugar habitado para los españoles. Y ahí sigue el último de Afganistán, el embajador en funciones Gabriel Ferrán, , el hombre que, estando ya cesado por decisión del gobierno, ha decidido que él no se mueve de ahí hasta que la evacuación haya terminado.

Y con él sigue también otra mujer de honor: Paula Sánchez, segunda jefa de la embajada española. Ojalá todos tengan suerte y les podamos dedicar el homenaje que se merecen cuando lleguen a España.

LA LUZ VUELVE A SUBIR

Hoy por cierto, Sánchez vuelve al trabajo tras sus vacaciones. Ha mantenido reuniones telemáticas con sus ministros, pero se le sigue criticando por no haber dado todavía explicaciones en público. Explicaciones a los españoles que siguen viendo cómo el precio de la luz vuelve a subir. De hecho, marca el segundo máximo histórico: 117 euros con 14 céntimos el megavatio-hora.

COVID: BAJA LA INCIDENCIA

Y todo en un día en el que la pandemia quesigue rebajando la incidencia(360 casos), que ha vuelto a aliviar un poco la presión en las UCI y las plantas de los hospitales y que, afortunadamente, también ha rebajado un poco los fallecidos diarios.

En las últimas 24 horas han sido 121, que sigue siendo un número muy alto y que contribuye a que vayamos camino de triplicar en este mes de agosto los muertos que se registraron en el mes de julio.

Hoy tampoco nos quitamos de la cabeza la muerte en Sevilla de esa mujer que perdía la vida por culpa de la covid, al poco de dar a luz.

No estaba vacunada, y eso reaviva los llamamientos para que las embarazadas se vacunen sin miedo, teniendo siempre presente esa ecuación riesgo-beneficio de la que llevamos colgados desde que comenzó la vacunación.

Y lo que no cesa es el toma y daca entre las administraciones y los tribunales, a cuenta de las restricciones. La justicia le ha dicho a Cataluña que sí, que toque de queda, pero menos de lo que pretendía.

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