Anaís, vecina de Catarroja, enseña a Alberto Herrera la frase que hay pintada en un colegio y que refleja lo que pasó tras la Dana

Herrera en COPE 'vuelve al cole' en la localidad valenciana un año después de la Dana y descubre cómo ayudan a los niños a volver a la normalidad

Alberto Herrera junto a Amaya, Anaís y Amaya en Catarroja
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Paco Delgado

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

El sonido de la normalidad, ese rumor de fondo compuesto por risas, carreras y el bullicio de cientos de niños en un patio de recreo, es hoy la banda sonora más preciada del Colegio de Larrodé en Catarroja. Hace casi once meses, ese mismo espacio era un escenario de lodo, desesperación y cañas arrastradas por la furia de la gota fría que asoló la localidad valenciana. Alberto Herrera, periodista de ‘Herrera en COPE’, regresó al epicentro de aquella tragedia para comprobar cómo la comunidad educativa ha renacido de sus cenizas, un renacer simbolizado en una escalera y en el poderoso testimonio de vecinas como Anaís

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El reportaje, emitido en forma de entrevista al propio Herrera en el programa, se construye sobre el contraste. Donde antes solo había barro que cubría botas y pupitres, ahora hay paredes blancas, proyectores y pantallas digitales. Donde el comedor era un amasijo de fango, ahora se sirven comidas para 450 niños. Pero más allá de la reconstrucción material, la verdadera historia de superación se escribe en la resiliencia de sus habitantes, especialmente en la de los más pequeños y en madres como Anaís, quien guió al periodista a través de los peldaños que encapsulan el espíritu de lucha del centro.

 La frase en los escalones del colegio de Catarroja  

“Reímos cada día, trabajamos duro, disfrutamos cada momento, rectificamos y perdonamos, escuchamos al corazón, pensamos en positivo, soñamos a lo grande, aprendemos con ilusión, nos ayudamos siempre”. Esa es la frase que, pintada en cada escalón, recibió a Alberto Herrera. Anaís, madre de un alumno y miembro de la ONG Esperanza sin Fronteras, que trabajó incansablemente desde el primer día del desastre, explica el profundo significado de esos peldaños. “Aparte de expresar los valores del cole y de toda la comunidad que formamos parte, ha sido también una escalera muy emblemática”, relata. “En redes se veía esa misma escalera llena de barro, con todos esos lemas un poco manchados. Volver a tenerla limpia, operativa… es un símbolo”.

Alberto Herrera en Catarroja

Herrera en COPE

Alberto Herrera en Catarroja tras la Dana

El viaje de Herrera es un viaje emocional. Se reencuentra con Amaya, a la que conoció hace casi un año cuando cumplía 10 años en medio del caos. Entonces, su único deseo era volver al colegio para ver a sus amigos. La directora pedagógica, Ana, aporta la perspectiva institucional de una batalla titánica: “La Dana fue el 29 de octubre y justo un mes después, el 29 de noviembre, gracias al esfuerzo de mucha gente ya pudimos reubicar al alumnado”. Reconoce que el año pasado el currículum académico se suspendió virtualmente para priorizar el cuidado emocional de unos niños que, en muchos casos, “habían perdido la vivienda”.

Sin embargo, es el testimonio de Anaís el que condensa con mayor crudeza y a la vez esperanza la huella psicológica que la Dana dejó en los niños. En una confesión que impactó profundamente a Herrera hace once meses y que repite ahora, revela cómo su hijo interiorizó el trauma. “En los dibujos que hace ahora siempre hay barro, pero no lo hace de una forma traumática, sino que lo ha incorporado. Los coches están en el barro, los muñequitos no pasean por ahí porque hay barro. En todos los dibujos hay marrón”.

 'Vuelta al cole' un año después de la Dana  

Un año después, esa imagen persiste. “Sigue integrando el barro de vez en cuando”, confiesa Anaís. “Por ejemplo, cuando juega con cochecitos y si alguno se le rompe o se le engancha algo en las ruedas, dice: ‘Mira, ya está aquí la Dana’”. Los niños, en su formidable capacidad de adaptación, han normalizado lo inconcebible. “Lo tenemos normalizado todos y lo vivimos de otra manera, pero sigue dentro”, añade con una mezcla de asombro y resignación.

La conversación deriva inevitablemente hacia el futuro y la sombra de la nueva temporada de lluvias. Anaís no habla de miedo, pero sí de “inquietud”. “Aquí la gota fría viene de repente… estamos preocupados porque el tema de canalización, de saneamiento, no sabemos cómo está, no sabemos si va a ser capaz de asumir esa cantidad de agua”. Su balance sobre la gestión y las ayudas es contundente: “Yo diría un poco caótico, tarde y caótico. Y todavía falta mucho. Ya no es noticia. Y cuando no es noticia, la gente se olvida y todavía necesitamos ayuda aquí”.

El reportaje de Alberto Herrera se cierra con un deseo. El de Amaya, la niña que quiere ser arquitecta, ante la lámpara maravillosa de un genio: “Pues que el colegio esté a salvo y que no pase otra DANA”. Un deseo simple y enorme que resume el anhelo de toda una comunidad que, como el fénix al que alude el nombre de su asociación de padres, ha logrado elevarse sobre el barro, step by step, peldaño a peldaño, guiada por los valores pintados en una escalera que hoy vuelve a estar limpia.

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