Miro con expectación el regreso del Rey Juan Carlos a España después de casi dos años de un inmerecido exilio, como ha demostrado la Justicia que ha dado carpetazo alas causas abiertas contra él. El hombre que desde Zarzuela pilotó la Transición que trajo a España una democracia auténtica que no conocíamos por estos lares, ha soportado todo tipo de injurias lanzadas desde una parte del gobierno con el silencio cómplice de su presidente.

Ese que lo es las 24 horas del día y por eso usa el Falcon incluso para ir de farra, que llena de amiguetes sus residencias estivales que pertenecen a Patrimonio Nacional, e impone silencio y opacidad para que no sepamos lo que se gasta de nuestro dinero en sus actividades privadas, pero bajo el manto protector de los falsamente considerados secretos de Estado, que no son otra cosa que secretos sobre el estado de las cuentas.

Si el anterior Monarca cometió errores, se lo han hecho pagar con creces. Se anuncia que este fin de semana estará en Sanxenxo, de soltera Sangenjo, y después se verá con su hijo en Madrid. El sanchismo, tan pródigo en abusos de todo tipo, no quiere que pise el Palacio de la Zarzuela lo que me lleva a pensar que los dos Reyes terminarán viéndose en una cafetería de la capital.

Resulta nauseabundo que quienes dilapidan nuestro dinero en aviones, helicópteros y coches oficiales al por mayor sigan revolcando su nombre por el lodo, cuando son ellos quienes surfean por él sin el menor pudor.

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