Demasiado gasto público para 2021, casi 590.000 millones de euros en total, Don Carlos, pero poco convincente y coherente porque el gasto para socorrer de los rigores del virus apenas será del 1% sobre el PIB, unos 12.000 millones de euros. Entonces, ¿en qué se gastan los 578.000 millones restantes? Ni el FMI ni la CE ven justificación al brutal aumento del gasto público, que en 2021 crecerá en 66.000 millones sobre 2019, si el esfuerzo para mitigar el daño pandémico es tan flojo, a diferencia de otros países. La CE teme que el gasto público en 2021 acabe siendo casi del 50% del PIB, y tal aumento no encaja en coordenadas ortodoxas. El FMI no ve bien que con el IPC en negativo se incrementen pensiones y sueldos de funcionarios, acrecentando el gasto público corriente. Ni en Washington ni en Bruselas agradan las subidas de impuestos para 2021, porque por más vacunas que haya, España vivirá un vía crucis económico. Cualquier subida de impuestos perjudica a la clase media y a la clase trabajadora, empobreciendo a la gente.

El FMI desmonta las bondades de subir el salario mínimo, dando pie a menos gente empleada en la economía formal. FMI y CE ven optimismo en el cuadro macroeconómico del Gobierno. La situación actual y los rebrotes, con posibles confinamientos, hacen morder el polvo de una muy lenta, costosa y extenuante recuperación de la economía española, cuyo parte de guerra certificará excesivas bajas empresariales, infinidad de puestos de trabajo perdidos, ERES de empresas cuyos planes de viabilidad suprimen efectivos humanos y ajustes por causas tecnológicas y digitalización. Con una economía en descenso, todas las referencias de deuda pública, déficit público y otras magnitudes calculadas sobre el PIB se desmontan por sí solas y alertan de que España se verá descolocada. Falta templanza gastadora y sensatez, Don Carlos

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