Ignoro cuántos asesores tiene asignados el ministro Escrivá, pero teniendo en cuenta que hay nombrados unos mil trescientos, seguro que hay a su servicio más de una docena. Y, si atendemos a que tienen asignados unos ingresos entre 60.000 y 72.000 euros anuales -cinco mil o seis mil euros al mes- y que ni siquiera tienen obligación de aparecer por el ministerio, alguno de ellos le tendría que haber advertido al ministro de un dato del que parece olvidarse, y es que desde el año 1991, de los 47 millones de españoles, 2.178.000 vascos y casi 700.000 navarros, tienen un régimen fiscal en sus autonomías bastante mejor que el resto de los casi 44 millones de españoles.

Es decir que, si a raíz de las medidas anunciadas en Andalucía, hay que recentralizar la política fiscal, cantemos lo de “Recentralicémonos todos en la lucha final, arriba parias de la España, en pie famélica legión” (exceptuando vascos y navarros, claro, que son los menos famélicos, porque tienen un régimen fiscal mucho mejor para ellos).

Por cierto, eso lo tiene en la agenda el totalitarismo catalán, aprovechando que Pedro I, El Mentiroso, está que lo da todo, lo da todo por quedarse. Por cierto, el impuesto sobre el patrimonio ha desaparecido en casi todos los países de la Unión Europea. O sea, que según los tontos del lugar, los países de la Unión Europea favorecen a los ricos, una de esas tonterías contemporáneas que, dentro de poco, volveremos a escuchar, o lo de cuando nosotros gobernemos pagarán más, los más ricos, pues claro, ya pagan más los que más tienen, y el trabajador que cobra más paga un IRPF superior al que cobra menos, y el rico muy rico paga más impuestos que el rico, menos rico. Eso es como anunciar que por fin, cuando yo gobierne, las calles estarán asfaltadas, ya lo están tonto contemporáneo, y desde Estados Unidos a Italia, desde Portugal a Alemania, pagan más los que más tienen.

Eso sí, en España hay dos excepciones, y es que pagan menos vascos y navarros, y existe un impuesto que ha desaparecido de la Unión Europea. No le habrá sorprendido a los asesores del ministro la nerviosa y urgente reacción del borrreguil Gobierno, temiendo que se enfaden los nacionalistas vascos por atacar sus emociones, sus sentimientos, su sensibilidad, su espíritu, o sea, su cartera.