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Luis del Val: "Me están volviendo monárquico los nacionalistas y los republicanos"

El profesor asegura que no hay más cateto que aquel que se enfada porque el Rey no le ha nombrado en su discurso 

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Luis del Val

Colaborador

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 09:56

Nunca he sido monárquico, pero a mí me están volviendo monárquico los nacionalistas y los republicanos. Cada vez que sueltan alguna de las tonterías contemporáneas al uso, noto que mi indiferencia hacia la monarquía se vuelve casi entusiasmo. Una de las catetadas más brillantes la protagonizó el portavoz del PNV en el Congreso mostrando su enfado porque en el discurso del Rey no habían mencionado al País Vasco. Fíjate, qué falta de detalle. Es el problema de las grandes expectativas, que siempre sales defraudado. En casa de los Del Val, en cambio, no hubo ninguna decepción porque no nombrara a los Del Val, ni a Aragón, ni a la Virgen del Pilar. Y eso que, cuando nos ponemos catetos, podemos superar a los del PNV, con la diferencia de que ya hemos llegado a ese estadio intelectual en que nos reímos de nosotros mismos. Por ejemplo, nos tronchamos con la historia del baturro, que estaba empeñado en que el Ebro era más grande que el mar. Un día, por fin, lo llevan a San Sebastián, y le hacen asomarse al balcón de la Concha. “¿Qué, no es más grande?”. Y el baturro se quita la boina, se rasca la cabeza, mira el horizonte, y concluye: “De ancho puede que sí, pero de largo...”. Intentar razonar con un nacionalista es algo así como intentar razonar con un baturro del siglo XIX, que está convencido de algo.

Por eso, mi frialdad monárquica está sufriendo una metamorfosis evidente y, si esto sigue así, me voy a transformar en un fan de la Casa Real. Y esto comenzó desde el discurso del Rey en aquel octubre, cuando le vino a decir a Rajoy que a qué esperaba para aplicar el 155, porque el Papa no iba a entrar en el asunto.

Ayer, cuando ese gran intelectual, apellidado Rufián, calificó el discurso del Rey como un mitin de Vox, con esa finura, con esa elegancia filosófica de las personas estudiosas, me acordé de ese aforismo que circula por Estados Unidos, donde dicen que lo bueno del país es que cualquiera puede llegar a ser presidente de Estados Unidos y lo malo es que es verdad. Tan verdad como que Donald Trump lo es. Y no hay nada más que ver la posibilidad de que un tipo como éste, que compara el discurso del Rey con un mitin de Vox, pueda ser presidente del Gobierno, sin un freno jerárquico por encima, y notas, no ya que tu entusiasmo monárquico se intensifique, es que, si sigue recitando esas equiparaciones y semejanzas, puedo terminar votando a Vox.

Hoy es día de San Esteban, y en Cataluña van a preparar los canelones con las sobras del día anterior. Con esas mismas sobras se hacen también las pilotas. Y la abogacía del Estado también está preparando la pilota y los canelones que le ha ordenado el Gobierno, y que tienen que ser tragados por un preso condenado en firme y por millones de españoles que, al menos por ahora, y gracias a la Constitución, todavía estamos en libertad. Y es difícil, muy difícil, que el resultado nos guste a todos y, mucho menos, si la abogacía del Estado mete en la pilota trozos de dignidad, como si fueran sobras. 

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