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Luis del Val: "Boris Johnson nunca llegaría tarde a una audiencia con la Reina Isabel II"

El periodista analiza en 'Herrera en COPE' la impuntalidad del presidente del Gobierno en la reunión con el Rey

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Luis del Val

Colaborador

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 10:13

En los países de la Unión Europea es posible oír comentarios sobre la pasión española y la puntualidad británica, pero es raro que alguien hable de la pasión inglesa y de la estricta puntualidad de los españoles. Hago este comentario por las críticas a Pedro Sánchez que he escuchado en la tertulia, porque puede que olvidemos que Pedro Sánchez es español.  Incluso el gamberro de Boris Johnson, tiene una audiencia con la reina Isabel de Inglaterra, y jamás llegaría con retraso. Hasta  Giscard D’Estaing, que estaba convencido de que los españoles éramos africanos, nunca  hizo esperar un solo minuto al rey Juan Carlos, pero no vamos a comparar a Giscard D’Estaing con Pedro Sánchez.

En España,  ser puntual significa acudir el primero y entretenerte, mientras esperas, calculando cuánto tardarán en llegar los demás. Eso,  en la vida social de cada día. En la comercial, ya sabes que el automóvil que necesitabas para el miércoles, no estará listo, porque habrá que pedir una pieza a Alemania. Y, si se trata de Pepe Goteras y Otilio, chapuzas a domicilio, no ignoras que el anuncio de que la cocina estará reformada en quince días, significa que durante un mes tendrás que comer en el restaurante.  

De esta impuntualidad generalizada se habían salvado las instituciones, pero Pedro Sánchez, como dijo Adolfo Suarez, refiriéndose a otros asuntos, parece que pretende  que en la vida oficial sea normal lo que es normal en la calle. Más que criticarle, hay que alabar esta socialización de la impuntualidad que llega hasta la monarquía, y que puede establecer una tabla de retrasos, ignoro si en una escala que podría publicarse en el Boletín Oficial del Estado. Por ejemplo, si el primer ministro, es decir, el presidente de gobierno en funciones electorales, le hace esperar cincuenta minutos al Rey, cuando Urkullu sea citado a la Moncloa, podría hacer esperar a Pedro Sánchez una hora y cuarto, siempre y cuando, antes,  estuviera atendiendo a los directores de los hoteles de Bilbao. Y si el ministro de Trabajo, ha citado al secretario de UGT y Comisiones Obreras, se entiende que lleguen al ministerio por lo menos una hora y media tarde, debido a que durante ese tiempo habrán  tenido un intercambio de opiniones con los compañeros del metal, porque en un sindicato los compañeros del metal son la columna vertebral del sindicato. 

Antes del  AVE, a mediados del siglo pasado, la gente no preguntaba a qué hora llegaba un tren, sino con qué retraso llegaba.  Y es que acudir puntual a la estación venía a ser como ahora cuando  el Rey cita a Pedro Sánchez.

En las sátiras de Nicolas Boileau se puede leer que es mejor evitar la impuntualidad porque el que espera suele  entretenerse en repasar los defectos del retrasado. Claro que en personas como Pedro Sánchez, repleto de virtudes y sin ningún reparo, eso sería imposible. Y, además, como decía el cínico de Oscar Wilde, hay que reconocer que la puntualidad es una pérdida de tiempo.

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