

"Exijamos a los políticos que se ganen el sueldo que les pagamos y no nos contentemos con apariciones televisivas calculadas"
Jorge Bustos analiza el arranque del curso político en Herrera en COPE con una comparación entre los gimnasios y la política en España
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Por fin está aquí Carlos Herrera y por fin se ha acabado agosto, que es un mes consagrado al calor, a la improductividad, a las carreras para hundir la sombrilla en primera línea de playa y al postureo en Instagram. Este agosto ha sido especialmente dramático porque se han quemado más de 400,000 hectáreas en Galicia, en Castilla y León, en Extremadura y en Asturias. Y del fuego de este mes infernal ahora quedan las cenizas, las cenizas del campo que debiéramos limpiar este invierno para que no vuelva a arder el verano que viene y las cenizas de una guerra política que ha vuelto a recordarnos que las desgracias en España no sirven para unir a las distintas administraciones en busca de soluciones, sino para escurrir el bulto, para señalar al adversario y para proponer soluciones que nadie negociará y pactos de estado que mueren en el telediario de la noche.
Pero ya estamos en septiembre, que es un mes cargado de promesas, como lo es enero. El personal suele volver de vacaciones con cierta pereza ante lo que viene, pero también con cierta ilusión por lo que empieza y yo soy de estos segundos. Claro, incorporarme a la mañana de COPE al lado de Carlos Herrera y seguido de Alberto Herrera es un privilegio que espero compartir contigo cada mañana a partir de las 6 como hoy. Y me he estado preparando para este reto, eh, para estar a la altura de tus expectativas como oyente. Por ejemplo, me he apuntado al gimnasio. Esto es algo que hacen muchos en el mes de septiembre, seguramente empujados por un cierto sentimiento de culpa que nace del exceso de cerveza, de gambas, de horas de tumbona y de sofá. No pasa nada, el verano está para eso, eh.
Pero estamos en septiembre. Hay que recuperar la tensión moral, que el síndrome postvacacional nos pille trabajando. Por eso me apunté al gimnasio la semana pasada. A ver, esta es la banda sonora de Rocky, pero cuando yo entré en mi gimnasio la semana pasada me sentí más bien como un personaje de la que se avecina con mi camiseta de la Decimocuarta Champions del Real Madrid, mi candado para el vestuario y mi pulserita magnética. Estaba un poco intimidado, pero entonces me puse a observar al personal que me rodeaba y descubrí que los que estaban utilizando las máquinas eran una minoría de fanáticos y entonces me di cuenta de que para la mayoría el propósito de ponerse en forma se agota en el mero hecho de apuntarse al gimnasio. Yo miraba a mi alrededor y todo el mundo miraba a su alrededor. Nadie utilizaba los aparatos. Es como si consideraran el gimnasio, un santuario milagroso que te adelgaza por el mero hecho de atravesar sus puertas sin que el penitente tenga que hacer nada. Basta atravesar el umbral del gym para sentirse justificado. No quemas grasa, pero al menos quemas tu mala conciencia.
Y entonces pensé en la política española, porque se parece mucho a un gimnasio en septiembre. Es un lugar atestado de buenos propósitos, eso dicen, y completamente vacío de actividad real. Arranca un curso político absurdo, el tercer acto de una legislatura estéril que mantiene en el poder a un gobierno que no puede gobernar porque no tiene mayoría para hacerlo. Un gobierno de figurantes donde todos fingen que se esfuerzan mucho, empezando por Pedro Sánchez, que logró al fin despegar su bronceada espalda de estadista de la tumbona de la mareta, cuando el noroeste peninsular llevaba ya ardiendo una semana. Luego se hizo una gira de fotos con el personal que gestionaba los incendios con una camisa verde que te quiero verde y un calculado gesto de preocupación. Pero la cápsula de seguridad en la que siempre viaja el presidente no dejó pasar a ningún vecino que pudiera decir a la cara lo que pensaba de su cogobernanza y de su transición energética, a diferencia del rey y de la reina que se mezclan con los vecinos con absoluta naturalidad. Y por eso unos cosechan gratitud y otros solo abucheos.
Por cierto, hoy Pedro Sánchez concederá una entrevista a su televisión. Digo su televisión porque ya no es la nuestra, aunque la paguemos. Pedro ha privatizado Televisión Española. Se ha montado una televisión público-privada a su servicio para intentar llegar vivo hasta 2027. ¿Qué va a anunciar hoy Pedro Sánchez en esa entrevista? ¿Un cambio en la estructura de gobierno, como temen los ministros más achicharrados? ¿Prometerá nuevas ayudas con cargo a un presupuesto que no ha presentado? ¿Presumirá de ser el único líder europeo que no le baila el agua a Donald Trump tratando de darnos la liebre de su independencia por el gato de su irrelevancia? Le preguntará la entrevistadora, que es un referente del progresismo mediático nacional, ¿qué tiene de progresista mutualizar entre todos la deuda de una región rica como Cataluña?
Se me ocurren bastantes preguntas, la verdad. Por ejemplo, después de perdonarles las penas y las deudas a los promotores del procés por un puñado de votos, ¿qué tiene de progresista romper la caja común y regalarles una financiación singular en detrimento de las regiones más pobres de España? Una pregunta más, esta también de rabiosa actualidad. ¿Por qué Cataluña y País Vasco, que son dos regiones económicamente privilegiadas en comparación con el resto, están exoneradas del deber de solidaridad en la acogida de menores inmigrantes que se les impone por decreto al resto de autonomías?
Oye, vamos a esperar esta noche que seguro que al presidente le preguntarán por todas estas cuestiones, incluso por el hecho de que su mano derecha en el partido, don Santos Cerdán, haya pasado el mes de agosto en Villa Candado, ese coqueto resort ubicado en un pueblecito de la sierra madrileña llamado Soto del Real. Seguro que el presidente responde a todo, además, en cuanto al jefe de la oposición, ayer el Partido Popular cumplió con su tradición de abrir el curso político en Galicia con más razón desde que lo lidera Alberto Núñez Feijóo. Y el presidente del PP se enfrenta a un nuevo test de ansiedad este curso. Él lo sabe porque en el espacio social del centro derecha y del antisanchismo en general crece el hartazgo contra este gobierno o más bien contra una forma amoral de ejercer la política. Y es responsabilidad de Feijóo gestionar ese hartazgo con inteligencia, sin precipitación, sin ocurrencias improvisadas, con un ojo puesto en VOX, que va al alza en las encuestas y el otro puesto en el centro izquierda, que es un ejercicio ocular de alto riesgo porque puede cursar con estrabismo.
Feijóo prometió ayer que preparará su partido no para gestionar los escombros del sanchismo, sino para acometer el cambio de raíz que necesita el país. El objetivo del PP, dijo su presidente, es sacar a España de un bucle de incompetencia y de indecencia. Es un objetivo ambicioso. Y en septiembre es bueno ponerse objetivos ambiciosos. Ya llegará luego octubre con las rebajas. Bueno, a la entrada de mi gimnasio hay un lema impreso en unas cartulinas plastificadas que reciben al visitante sin contemplaciones. Dicen así, aquí se viene a sudar. No, dice aquí viene uno a ponerse como Topuria. O sea, el establecimiento no garantiza el resultado, pero exige cierta actitud. Esa es la actitud que los ciudadanos deberíamos exigir este curso a nuestros políticos. No nos dejemos llevar por la resignación o por la desafección. Exijamos al menos que se ganen el sueldo que les pagamos. No nos contentemos con los gestos, con las fotos, con las calculadas apariciones televisivas. Exijamos al menos su sudor.