

"Si cae la narcodictadura de Maduro, acabarán destapándose muchos secretos que ahora custodia la banda de Delcy y compañía"
Escucha aquí la reflexión que hace Bustos de la actualidad de este lunes 17 de noviembre
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Es lunes, por tanto, un día feliz.
Hemos cruzado el ecuador del mes de noviembre.
Además, hay que ir pensando ya en poner el Belén y el árbol de Navidad.
La borrasca Claudia se va despidiendo por fin, pero todavía nos deja lunes de lluvia en casi toda España, aunque con menos alertas.
En general va a ser un día de nubes y claros por toda la Península. Esto siempre lo quería decir yo: nubes y claros con intervalos ocasionales. Pues esto queda dicho.
Los avisos amarillos por lluvia se sitúan en la costa de Cádiz y en Ceuta, y durante la mañana en todo el litoral asturiano. Por la tarde tendremos que sumar el nivel amarillo en Mallorca y Menorca. En Canarias habrá cielos nubosos y las temperaturas en general siguen en descenso.
De pronto todo el mundo se ha vuelto experto en fútbol americano. Han brotado como setas los finos analistas de un deporte bastante difícil de comprender.
De hecho, nadie sabe todavía por qué lo llaman fútbol cuando quieren decir rugby.
Bueno, algo así, pero fútbol no es. El caso es que este fin de semana Chamartín parecía Michigan, y todo porque el Santiago Bernabéu se transformó para acoger el encuentro de liga entre los Miami Dolphins y los Washington Commanders.
La afición madridista en general ha mirado con simpatía este evento realizado en su estadio porque piensan que, mientras sea rentable para la imagen y las arcas del club, pues bienvenido.
O sea: ¿y dónde, si no, iba a celebrarse el primer partido de la NFL en España?
Qué mejor lugar para hacer historia que el Santiago Bernabéu.
Es verdad que la globalización tiene más enemigos que nunca, pero me temo que todos esos que prometen detenerla, incluso revertirla, están derrochando esfuerzos estériles abocados a la melancolía, porque la historia no se puede detener, ni la tecnología se puede desinventar, ni la geografía se puede parcelar una vez conectada, ni el mercado —que es como un gigantesco fluido— se puede embalsar sin que ese deseo de control tenga consecuencias.
Por eso, las noticias internacionales —o sea, todo lo que ocurre fuera de nuestras fronteras— en realidad ocurren dentro, porque nos afectan más rápido y más profundamente que en cualquier otra época de la historia.
Y el interés crece cuando esas noticias provienen de lugares que guardan con España una relación especial, directa o indirecta.
Y no me refiero solo a cualquier decisión que se tome en Bruselas —ya sabemos que la política comunitaria es política nacional—.
Me refiero también a cualquier novedad que llega del frente ucraniano, por ejemplo, y por supuesto me refiero a cualquier signo de inestabilidad que sacuda el continente hispanoamericano.
Por ejemplo: ¿alguien diría que Venezuela es política internacional?
Evidentemente no.
Venezuela nos importa mucho: por los lazos históricos, pero también por el casi medio millón de venezolanos que han buscado refugio en España huyendo de la tiranía chavista.
Y nos importa también porque sufrimos los efectos diplomáticos e ideológicos de la conexión entre el chavismo y la izquierda española.
Y no hablo solo de Podemos, ¿eh? Hablo de Zapatero y de Sánchez a través de Zapatero.
Todavía estamos pendientes de que la justicia aclare las circunstancias del aterrizaje de Delcy Rodríguez aquella noche en Barajas, con Ábalos, Koldo y Aldama a pie de pista.
Y Sánchez perfectamente avisado, ¿eh?
Por eso, si cae la narcodictadura de Maduro, acabarán destapándose muchos secretos que ahora custodia la banda de Delcy y compañía. Secretos también españoles.
Aquí los demócratas no solo celebraremos que el pueblo venezolano recupere la libertad y la prosperidad que le robó la revolución bolivariana.
No solo aplaudiremos y acompañaremos —en la medida de nuestras fuerzas— la transición a la democracia que está llamada a liderar María Corina Machado.
Esa Nobel de la Paz a la que Pedro Sánchez no quiere felicitar, por cierto.
Si cae la dictadura chavista, los españoles estaremos más cerca de desvelar el alcance exacto y la naturaleza turbia de las relaciones entre ese régimen y la política exterior de nuestro gobierno.
De momento sabemos que Donald Trump ha autorizado operaciones encubiertas de la CIA en territorio venezolano, y sabemos que ha puesto en marcha la operación Lanza del Sur, pero todavía no sabemos exactamente en qué consistirá ni hasta dónde llegará.
Ahora, según los medios norteamericanos, el derrocamiento de Nicolás Maduro está sobre la mesa.
Y más desde que el portaaviones más poderoso del planeta, el Gerald Ford, llegó ayer domingo a aguas del Caribe, que ya son cálidas de por sí.
Pues imagina cómo estarán de calentitas ahora, con una imponente flota naval estadounidense desplegada para acabar con las rutas del narco.
Este es Donald Trump diciendo:
—Es posible que tengamos algunas conversaciones con Maduro. ¿Quieren hablar?
Esto suena a renuncia pactada del dictador. Ese es el camino, porque no parece que Trump se vaya a conformar con hundir narcolanchas de vez en cuando: para eso no necesitas desplegar el Gerald Ford frente a la costa venezolana.
Y el que mejor lo sabe —y lo sospecha— es el propio Nicolás Maduro, que se está poniendo cada vez más nervioso. Un día arenga a sus milicias con uniforme militar y al día siguiente se pone en plan hippie a pedir la paz cantando Imagine de John Lennon.
No invocabas la paz cuando torturabas opositores ni cuando le robaste las elecciones a tu pueblo.
Para las víctimas innumerables del terror chavista no hay Lennon que valga, ¿no?
Pero llega un portaaviones nuclear a tu costa y te haces caquita.
El pobre ya se ve como Sadam Hussein, pero el final que merece no es ese.
Lo que merece es terminar sentado ante la Corte Penal Internacional para responder de sus crímenes con una vida entera en la cárcel.
Y de Venezuela nos vamos a Chile, donde la etapa de Gabriel Boric toca a su fin con la primera vuelta electoral que se celebró ayer.
A ver: hay un abismo moral entre la izquierda bolivariana y esta especie de socialdemocracia que ha terminado encarnando Boric después de coquetear, en sus inicios, con la refundación populista del Estado chileno.
Boric condenó el chavismo, fue muy crítico con el pucherazo de Maduro, pero él mismo engañó a los chilenos culpando a la Constitución de Pinochet de los males de la patria, cuando la desigualdad que causó aquel estallido social del 19 y del 20 no se debía precisamente al articulado de la carta magna chilena, que por lo demás ha sido reformada varias veces.
No te pierdas el resto del monólogo en el audio adjunto.



