"Cada día para mi familia era un regalo": la bacteria contraída en una operación cambió la vida de Carla Maronda
La joven valenciana de 27 años ha pasado este miércoles por los micrófonos de 'Herrera en COPE' para dar a conocer su historia de vida

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Madrid - Publicado el - Actualizado
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En marzo de 2024, Carla hacía lo que cualquier chica de 25 años de la zona, disfrutar de Las Fallas. Días después se somete a una operación rutinaria para extirpar un quiste de la ingle, ni siquiera la duermen, es algo totalmente rutinario. Ese día le dan el alta y los médicos le dicen que no se preocupe por los puntos. Carla decide ir esa noche a un concierto que le había regalado su novio y al llegar se encuentra mal. Mareos, vómitos, diarreas... ¿habrá sido la hamburguesa de la cena?, piensa.
Después de un par de visitas a Urgencias, Carla acaba en la Unidad de Cuidados Intensivos. Había contraído una bacteria que le provocaría un fallo multiorgánico y una sepsis. De ese hospital saldría otra persona: por fuera, sin brazos ni piernas y por dentro, tras muchas fases, una mujer distinta, más fuerte quizás, capaz en un año y medio de recuperar una vida que ese quirófano cambió para siempre aquel marzo de 2024.
"La vida te puede dar un giro de 360 grados sin que apenas te des cuenta", explica en 'Herrera en COPE'. Carla estaba muy satisfecha con su vida. Había estudiado lo que siempre le había gustado, que era Derecho. Llevaba también un año opositando. "Era mi sueño ser juez o fiscal y vi que para tener esa vida era muy complicado los años que tenías que sacrificar. Decidí hacer un doble máster. Hacía deporte, montaba a caballo, crossfit, salía de fiesta e iba de cervezas. Una vida plena de una chiquita de 25 años".
La madre de Carla decidió llevarla al centro de salud para ver que les decían de sus dolencias y vómitos. "En el centro de salud vomité en una bolsa. Al haber tenido una intervención quirúrgica me mandaron al hospital. A mi no me apetecía porque yo no quería molestar por un simple vómito. Estuve muchas horas en observación y me dijeron que tenía una gastroenteritis y que me fuera a casa", comenta acerca de cuando acudió por primera vez al hospital.
Esa misma noche Carla tuvo 41 de fiebre y su cuerpo rojo, "como si me hubiese quemado en la playa", afirma. Los vómitos, diarrea y los temblores le acompañaron aquella noche. Al despertar tenía una sensación muy grande de paz: "La gente que hemos estado cerca de la muerte coincidimos todos con lo mismo. La sensación que tiene tu cuerpo de estar tranquilo, en paz y que no hay ningún problema es brutal".
A Carla la llevaron de nuevo al hospital y ya una vez en la silla de ruedas le dijo a su madre que se iba a desmayar. "Estuve todo el día en Urgencias. Me pusieron una vía y me sondaron, me estaba hinchando. Recuerdo un malestar tremendo cuando me subieron a la UCI y ahogarme".
Carla no podía respirar, así que la intubaron. Los días posteriores a la sepsis, empezaron los fallos en órganos vitales como el corazón.
"Tuve la suerte de que la médico llamó a la anestesista para ponerme el tubo, y ahí ocurrió la primera parada cardiaca. Al día siguiente tuve un total de cinco paradas cardiacas. Hicieron venir a todos mis familiares y amigos y les dijeron que pasaran a despedirse de mí".
"Mi familia nunca perdió la esperanza"
El médico que sacó a Carla de las paradas cardiacas tenía el acta de defunción redactada y le comentó posteriormente que pensaba que de su turno no pasaba. "Mi familia nunca perdió la esperanza y cada día para ellos era un regalo. Todos intentaban hacer cosas para mantenerme ahí: me hablaban, leían o la gente se colaba a verme. Fue muy fuerte", dice.
Carla recuerda la incertidumbre que vivió al despertar. "No sabía que había estado en coma ni cuántos días habían transcurrido. Tampoco podía preguntar por qué la musculatura se pierde fácilmente".
Para mantenerla con vida, le inyectaron unos niveles de noradrenalina exagerados, que retira la sangre y el oxígeno de las extremidades y de sitios donde no son necesarios para mantener a alguien con vida. Ese oxígeno y sangre se pasa a los órganos vitales.
"Cuando desperté tenía las manos vendadas y la médico que estaba la primera noche me contó lo que me había pasado como una metáfora: Esto es como un bosque y tu cuerpo se ha quemado e incendiado. Cuando un bosque se quema, hay partes que se salvan y otras donde nunca más vuelve a crecer la flora". Así fue como se enteró de su amputación.
Cuando Carla salió de la UCI fue a ver a los vasculares. Le dijeron en el Hospital General de Valencia que no había nada que hacer. Fueron a ver a muchos especialistas y todos coincidían en lo mismo: "Me explicaron que había gente que hacía su vida con prótesis y con la IA estaban avanzando muchísimo. Yo iba a conseguir ser funcional. Pensaba que se me acababa el mundo y no iba saber hacer nada".
Carla se mueve con prótesis
Hoy en día, Carla se mueve con prótesis. La Seguridad Social cubre una parte. "Son prótesis carísimas". Por eso hace un llamamiento. "Somos la minoría de la sociedad y deberíamos tener más ayudas. No es una situación que hayamos decidido nosotros. Es algo que te ayuda a continuar con tu vida y haciendo las cosas que te hacen feliz", comenta.
Cada mano cuesta alrededor de 87.000 euros y 13.000 euros cada pierna. Al tener rodilla, Carla solo ha pagado 1.000 euros de sus piernas, pero no sirven ni son funcionales para todo. Carla ha recibido ayuda de amigos, influencers y vecinos de su localidad, Xátiva.
"Ha sido fundamental el apoyo de la gente. Mis redes sociales también ha ayudado a normalizar un problema que te puede pasar, de tener un cuerpo funcional a una discapacidad del 100%. Con la cabeza se puede todo y estamos aquí para un ratito", concluye.
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