El horror de las clínicas de aborto: "Era un pie pero fingimos que era un coágulo"
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Actualizado 14:58
“Trabajé en una clínica abortiva y mis manos se llenaron de sangre de inocentes, de todos aquellos a los que asesiné”. Es la confesión de María Martínez Gómez, ex-enfermera en una clínica abortista de Bilbao. María ha explicado su historia en 'Fin de Semana': “Una vez se me asigna como enfermera a una madre, yo la acompaño a lo largo de todo el proceso, desde las ecografías al parto. En los abortos, también”.
Como enfermera, vivió al lado de las pacientes algunos de sus momentos más duros: “A través del ecógrafo, vemos como se produce todo el proceso del aborto. El quirófano es frío, los instrumentos quirúrgicos son fríos y nosotros somos fríos”.
Y conoce la cara más dura de este terrible proceso: “Los restos del feto caen a un cubo, y esos restos se tiran a un triturador. Una vez, cuando se suponía que estaba trasladando el coágulo de la cabeza de un hombre adulto, vi un piececito, y me di cuenta de lo que pasaba”.
Una tragedia que sirve para llenar los bolsillos de muchas personas: “El aborto es un buen negocio. No se las ve como mujeres que van a abortar, sino como dinero. No se les mira a los ojos, no se la trata como a una persona”.
Su vida dio un vuelco absoluto gracias a una conversión fulminante que experimentó en el Nepal. Recuerda una voz que le decía con claridad: ‘Bienvenida a casa’. María pensó entonces “que la altitud me había afectado”. Pero no.La voz volvió a decir ‘bienvenida a casa. Cuánto has tardado en amarme’. Desde entonces, se dedica a contar su terrible experiencia.
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