'Fin de Semana'
Cristina L. Schlichting: "Irlanda, otro peso para la mujer'

Madrid - Publicado el - Actualizado
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Irlanda aprobó ayer en referéndum el aborto. Un 66, 4% de los electores optó por encargar al actual gobierno una ley que autorice el aborto libre en los tres primeros meses y regule las condiciones en embarazos más adelantados. No me llama la atención lo ocurrido, los irlandeses no hacen sino adaptarse a las corrientes de pensamiento dominantes en Europa. Lo que llama poderosamente la atención son los titulares de la prensa: 'Triunfo de los derechos reproductivos', 'Conquista de las mujeres', 'Modernización', 'Cae el último bastión del conservadurismo'.
Menuda modernización. El aborto ha existido siempre. La mujer que concebía un hijo de otro padre distinto al marido, la que era violada, la que sufría abusos de sus parientes, la que agonizaba en la pobreza, estaba abocada a la partera de turno o a ponerse perejil en la vagina. A desangrarse en silencio.
¿Cuál es ahora la modernización? ¿Que nos lo pague el Estado? ¿Relevar del peso al varón responsable y dejarnos con el marrón en la mesa de quirófano? Claro que seguiremos abortando. Mientras no nos tiendan una mano real de respeto, de admiración por ser madres en circunstancias difíciles, de apoyo social y económico, abortaremos. En las pulidas mesas de quirófano de la Seguridad Social o en la cuadra, con la partera.
En el mundo hostil, los hijos son la fuerza de la mujer. Los hijos cuidan y acompañan a la madre, la tía, la abuela. La mujer sola lleva una carga agotadora. ¿Y qué nos ofrece el mundo actual cuando la vida aprieta? ¿Apoyo, comprensión, soluciones? Nos ofrece la partera de siempre, sólo que quirúrgicamente esterilizada. Cuánta hipocresía.
La ley que se deroga hoy en Irlanda decía: “Se reconoce el derecho a la vida del no nacido”. O sea, se reconocía el derecho de nuestros hijos a nacer. La mujer que ha tenido que abortar no suele estar feliz por ello. Su drama en el quirófano, sus preguntas sobre lo que pudo ser, su silencio social, su dolor íntimo no son avances de los que podamos sentirnos orgullosos. Detrás de cada aborto hay una soledad, un abandono. Las que abortamos somos víctimas de un sistema hipócrita que nos señala y nos deja solas.
Eso es lo que hoy celebran en Irlanda y en Europa los que se dicen modernos. Permitidme soñar distinto. Con el día en que la mujer embarazada contra los cánones sea la triunfadora, la heroína. La que pueda llevar a sus hijos de la mano, orgullosa y poderosa frente a la nada. ¿Qué vale un hombre o una mujer frente a la empresa, el poder, el dinero, la enfermedad y el sufrimiento? ¿Qué valen si son condenados a quitarse lo que les nace de las entrañas para favorecer la expansión del sistema? A otro perro con esa modernidad y ese progreso.
Aprendamos hoy, de nuevo, con la noticia de Irlanda. Cambiemos las cosas hacia la libertad y la persona. Tendamos la mano a la mujer sola, la excesivamente joven, la excesivamente pobre, la excesivamente sola. Que sea la oportunidad del triunfo insolente del ser humano frente al poder. De la libertad frente a lo políticamente correcto. La oportunidad de la madre que se levanta frente al poder.



