¿Por qué ser amable es bueno para la salud?

Dejar pasar antes a otra persona, darle a un desconocido los céntimos que le faltan para comprar el billete del autobús, dar y recibir agradecimiento, son cosas que nos hacen sentir bien. Pedro Martínez afirma que la positividad que genera la amabilidad provoca que los demás “se mimetizan con nuestro comportamiento y obtengamos de ellos lo mejor”. La clave, según Pedro, está en la oxitocina, la hormona del amor, que hace que tengamos “una sensación de bienestar psicológica”.

Carmen Candela asegura que hay gente que “nace con estas habilidades”, que de manera innata son muy amables, agradables, empáticos... pero hay que tener en cuenta que se “puede educar en la amabilidad” en pequeños gestos como agradecer al coche que se para en el paso de cebra u otras situaciones cotidianas.

“En la sociedad actual vivimos en tensión y eso disminuye la comprensión y la amabilidad” afirma Carmen Candela, que el estrés con el que se vive en la vida cotidiana nos hace menos compasivos con los feos que nos pueden hacer los demás. Anima a mirarnos interiormente, para tratar de entrenarnos en ser más agradables y empáticos. Pedro añade que se puede “aprender a ser amable” si no le sale a uno de dentro.

No solo hay que ser amable y solidario cuando ocurre alguna desgracia y olvidarnos cuando aparece otra, la amabilidad y la solidaridad “empiezan por lo que tienes al lado de tu casa, por el vecino de abajo, por el mendigo que está en el supermercado, o sea, por la gente con la que te toca vivir”. Hay que empezar entrenándose con ellos.

Es muy importante ser amable con uno mismo para ser amables con los demás, “no pasa nada por ser autocríticos, pero no hay que ser autopunitivos”, afirma Pedro Martínez. Carmen Candela añade que el “sabernos frágiles” es fundamental para mirar al prójimo con humildad y empatía, conscientes de nuestras debilidades.