El padre Juan Antonio Guerrero es desde hace pocos meses Prefecto de la Secretaría para la Economía, y ha contado cómo afronta en su ámbito la crisis provocada por el Covid-19. Destaca que el Presupuesto de la Santa Sede es un presupuesto de misión. Para explicarlo se refiere al desafío de comunicar lo que hace el Papa en 36 idiomas, a través de la radio, la televisión, las redes sociales, una editorial… Es una hazaña sin precedentes, y lógicamente tiene un coste, supone alrededor del 15% del presupuesto. Un10% va a las nunciaturas, a las que define como pequeñas embajadas del Evangelio, que defienden en las relaciones internacionales los derechos de los pobres, que llevan a cabo una diplomacia de diálogo y de paz.

Otro 10% se dedica a las Iglesias Orientales y un 8,5% se gasta en las Iglesias más pobres. También existe un capítulo importante que es la preservación de la Biblioteca Vaticana y de los Archivos, auténtico Patrimonio de la humanidad, y no hay que olvidar el mantenimiento de los edificios.

La crisis derivada de la pandemia, naturalmente, va a afectar a la economía del Vaticano. El P. Guerrero explica que “la Iglesia cumple su misión con la ayuda de las ofrendas de los fieles, y no sabemos cuánto podrá donar la gente; precisamente por eso debemos ser sobrios, rigurosos, administrar con la pasión y la diligencia de un buen padre de familia”. En todo caso, subraya tres temas que no se cuestionan: la remuneración de los trabajadores, la ayuda a las personas en dificultad y el apoyo a las Iglesias necesitadas. Ningún recorte afectará a los más vulnerables.

Según el nuevo Prefecto la confianza se gana con el rigor, la claridad y la sobriedad, y también admitiendo con humildad los errores del pasado. Para decidir las inversiones piensa dotarse de un comité de alto nivel y sin conflictos de intereses. Le gustaría presentar este mismo año un nuevo presupuesto para mostrar que el dinero se gasta para hacer el bien y al servicio de la Iglesia. La realidad que ha visto en estos meses en la Santa Sede habla precisamente de esto. Por último afirma que no se siente un Ministro de Economía, sino un jesuita que está desarrollando un servicio a la Iglesia, y que lo hace en colaboración con otros muchos.