La Fundación Jérôme Lejeune ha organizado en la catedral de la Almudena una Misa de acción de gracias por la reciente declaración como venerable de este científico francés, un genetista de renombre mundial que descubrió la anomalía cromosómica que determina el síndrome de Down. El cardenal Carlos Osoro, que presidió la celebración, calificó al profesor Lejeune como “un hombre misericordioso que defendió la vida de los más débiles”, y que por tanto “tiene una actualidad singular para todos nosotros”.

Fue también un católico que vivió profundamente su fe y un gran defensor de la vida que mostró cómo la fe y la ciencia no se oponen, sino que se complementan. Tenía claro que la medicina siempre ha estado luchando por la salud y la vida, contra la enfermedad y la muerte, y pensaba que ahora no podía cambiar de bando.

Debido a su postura pública de oposición al aborto, recordó el cardenal Osoro, buena parte del mundo científico le dio la espalda e incluso se privado de fondos para sus investigaciones y de algunos reconocimientos bien merecidos como el Nobel de Medicina, pero las incomprensiones que sufrió no le pusieron en contra de los demás ni le amargaron, sino que su fe continuó iluminando toda su vida. El arzobispo de Madrid se refirió también al apoyo de su mujer y sus cinco hijos, así como a su estrecha vinculación a san Juan Pablo II.

Juntos pensaron e intuyeron la Academia Pontificia para la vida, y fue significativo que el primer presidente fuera un laico, un científico amante de los hombres y sensible a sus necesidades. El cardenal subrayó la gratitud a Dios por habernos entregado a este hombre venerable a través de la Iglesia, capaz de aunar ciencia, medicina, fe y compromiso moral, orientando todo a cuidar la vida, especialmente la de aquellas personas que por enfermedad o discapacidad deben ser especialmente amadas y ayudadas. Y animó a la Iglesia a presentar a nuestra humanidad dolorida la figura del doctor Lejeune como modelo especialmente necesario para este momento histórico.