Alfonso Masoliver, periodista en África: "Dejo foto de un hotel en Togo con sábanas de un hospital vasco; todos sabemos cómo funciona esto"
El experto muestra un sorprendente hallazgo en un hotel de Togo y reflexiona sobre cómo funciona el sistema de donación de material sanitario

Sábanas de un hospital vasco en Togo (África)
Madrid - Publicado el
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La imagen, aparentemente mundana, es la fotografía de una realidad lacerante. Unas sábanas de algodón, con el inconfundible logotipo del Servicio Vasco de Salud, tendidas en la cama de un hotel en Togo. Esta instantánea, capturada y compartida desde la red social X por el periodista y corresponsal en África, Alfonso Masoliver, se ha convertido en el símbolo de un sistema de desvío de ayuda que él mismo califica como "la punta del iceberg de las mafias del ‘material médico donado’" .
Masoliver, cuya labor informativa le sitúa en primera línea para observar las complejas dinámicas del continente, no solo aporta la prueba visual, sino el análisis de un mecanismo perverso. "Todos sabemos cómo funciona", afirma con contundencia el periodista. "El problema es que este material ha sido llevado a África como material donado a la salud togolesa –una categoría fiscal concreta–, cuando en realidad era mercancía en venta" .
Masoliver: "Todos sabemos cómo funciona"
Este desvío, lejos de ser una anécdota, genera una paradoja profundamente injusta. Mientras este material, en condiciones "óptimas" según Masoliver, acaba en establecimientos turísticos, los centros sanitarios que supuestamente eran su destino final "siguen sin sábanas en muchas ocasiones" . El corresponsal lo define sin ambages: "Lo que viene a ser un chanchullo de manual", un esquema en el que, según su experiencia, "el responsable suele ser el contacto del lado togolés" .
Este hallazgo en Togo no es un caso aislado, sino que encuentra un inquietante paralelismo en el norte de África. Recientemente, el creador de contenido español Jorge Amor, con millones de seguidores en redes sociales, viralizó un vídeo desde un hotel en Marruecos donde mostraba toallas con la serigrafía de la Junta de Andalucía y del Área de Salud de Navalmoral de la Mata, en la provincia de Cáceres . En las imágenes, ambos se muestran sorprendidos y bromean sobre el destino del material: "Si notáis que os faltan toallas, ya sabéis donde están", llegó a escribir Amor en sus redes .
Consultadas por este suceso, fuentes de la Consejería de Salud andaluza han aclarado a este medio que el material textil con el logotipo antiguo de la Junta "se utilizó hasta que se agotó" y que en la actualidad ya no está en circulación en los hospitales. Respecto a cómo pudo producirse el desvío, desde el Servicio Andaluz de Salud (SAS) han señalado que no existe ningún programa de donación de este tipo de enseres y que, cuando las toallas o textiles dejan de ser útiles, "se desechan". Por ello, apuntan a que lo ocurrido podría tratarse de "un caso puntual de sustracción desde el propio centro o a través de una lavandería externa".
Las declaraciones institucionales chocan frontalmente con la interpretación que Masoliver extrae de lo observado en el terreno. Para el corresponsal, el fenómeno trasciende con creces el robo ocasional de unas toallas o sábanas. Su mirada apunta a un entramado más sofisticado y corrupto que pervierte el ciclo completo de la ayuda, desde su origen hasta su destino final.

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La economía oculta de los medicamentos caducados
Masoliver extiende su crítica más allá del material textil, adentrándose en el turbio mercado de los fármacos. En su análisis, "los medicamentos caducados sirven para comprar favores a las instituciones de algunos países" . Este flujo de medicinas ineficaces o potencialmente peligrosas opera bajo una lógica perversa de beneficio inmediato. "También salen más baratos (o incluso gratis) y los responsables se embolsan el presupuesto de sanidad en sus bolsillos", denuncia el periodista . Se trata de un doble perjuicio: se introduce material sanitario inútil en el sistema mientras los fondos públicos destinados a adquirir suministros en condiciones se evaporan en los bolsillos de funcionarios sin escrúpulos, sumiendo en una mayor precariedad a una población ya de por sí extremadamente vulnerable.
La pregunta que lanza Masoliver al final de su exposición es retórica y cargada de escepticismo sobre la eficacia de los controles: "Quizás el problema radica en que se descatalogue una sábana en unas condiciones tan óptimas que las ponen en un hotel. A no ser que nos sobre el dinero…" . Esta reflexión apunta directamente a la posible negligencia o complicidad en el extremo donante. Plantea la cuestión de si los mecanismos para dar de baja y destruir este material son lo suficientemente robustos o si, por el contrario, existen vacíos legales y procedimentales que facilitan su desaparición y posterior reaprovechamiento ilícito.
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La viralización del caso de las toallas andaluzas y extremeñas en Marruecos, unido a la contundente denuncia de Masoliver sobre las sábanas vascas en Togo, dibujan un patrón que sugiere que estas no son excepciones, sino síntomas de un problema estructural. Lejos de ser ayudas que palían necesidades básicas, parte del material sanitario donado o dado de baja se convierte en una mercancía más dentro de un lucrativo circuito comercial irregular.
Este tráfico no solo representa un delito, sino que tiene un coste humano directo e incalculable. Como bien señala Masoliver, la consecuencia última es que los hospitales en el continente, los mismos que deberían haberse beneficiado de esa ayuda, continúan desabastecidos. La sábana de un hospital vasco en una cama de hotel es, en definitiva, la prueba tangible de un sistema fallido, un recordatorio de que la ayuda no siempre llega a quien más la necesita y de que la corrupción es una pandemia que, en África, encuentra en la desviación de material sanitario uno de sus síntomas más crudos y evidentes. La fotografía que Alfonso Masoliver ha puesto sobre la mesa es, en sus propias palabras, solo "la punta del iceberg" de una trama de la que, asegura, todos somos en parte conscientes, pero que muy pocos se atreven a desentrañar.