Jon Sistiaga, sobre el 'Purgatorio': "Los que se han ido de rositas tienen que reconocer el mea culpa"
El reportero de investigación presenta una novela en la que habla sobre "las heridas" que quedan por "sanar" tras el fin de la violencia de ETA

Jon Sistiaga, en COPE Euskadi
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Hace 10 años del famoso comunicado en el que tres dirigentes de ETA anunciaron el cese de la violencia. Años sangrientos que se cobraron la vida de 864 personas. Es cuestión de tiempo sanar las heridas de un pasado que no se puede olvidar. Sin embargo, el conflicto sigue presente desde el recuerdo tieniendo en cuenta que todavía víctimas y verdugos conviven en las mismas localidades vascas. Una tierra sembrada de armas oxidadas en zulos abandonados, de traiciones, lealtades y secretos atroces, de terroristas arrepentidos, terroristas orgullosos y víctimas que no pueden cerrar su duelo. Tierra de la que habla el corresponsal de guerra y reportero de investigación Jon Sistiaga, en su nueva novela 'El Purgatorio'. En una entrevista en COPE Euskadi, el periodista presenta un tenso thriller donde se debe reconocer el mal hecho y tratar de sanarse porque hay "heridas que por muy cicatrizadas que parezcan que están, si no las sanas de verdad, vuelven siempre".
Sistiaga indaga en la historia de armas oxidadas en zulos abandonados, de traiciones, lealtades y secretos atroces, de terroristas arrepentidos, terroristas orgullosos y víctimas que no pueden cerrar su duelo. "Purgatorio va de los profetas del apocalíspsis que convencen a unos chavales de 18 años para cometer sacrificios en el altar de la independencia", dice Sistiaga.
Pecados que quedan por purgar
Hace treinta y cinco años, Imanol Azkarate fue secuestrado y ejecutado, pero sus dos asesinos nunca fueron detenidos ni identificados. Uno de ellos, Josu Etxebeste, conocido restaurador guipuzcoano, guardó todas las cartas y dibujos que hizo el secuestrado durante el cautiverio. Ahora, ha decidido confesar su crimen y dar todo ese material a Alasne, la hija de la víctima, y entregarse al comisario Ignacio Sánchez, el policía que investigó el secuestro. Sin embargo, Josu solo confesará si Sánchez reconoce a su vez que fue un despiadado torturador. "Los que se han ido de rositas tienen que reconocer el mea culpa", asegura el periodista.
Mientras pugnan por conciliar su pasado armado con un presente sin rencor ni violencia, los resortes durmientes de la Organización se movilizan. Antiguos militantes que, como Etxebeste, nunca fueron detenidos y que no tienen ninguna intención de confesar y cambiar sus cómodas vidas en la Euskadi del posconflicto tratarán de detener ese acercamiento por todos los medios posibles. "Son cosas que quedan pendientes de saldar en el País Vasco", insiste Sistiaga.