Koldo Larrañaga, el asesino de la sonrisa: el psicópata que sembró el terror en Vitoria

Durante un año, cuatro crímenes sacudieron Vitoria sin aparente conexión entre las víctimas. Detrás de ellos estaba Koldo Larrañaga, un hombre encantador con un oscuro impulso homicida.

Hasta el cuarto crimen, la policía no logró encajar las piezas
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Koldo Larrañaga, el asesino de la sonrisa

Susana Marqués Iruarrizaga

Vitoria - Publicado el

2 min lectura

La figura del psicópata ha fascinado a la criminología por su frialdad y su falta de remordimientos. Aunque muchos jamás llegan a matar, los que lo hacen pueden convertirse en una auténtica pesadilla para la sociedad. “Con una población de más de dos millones en el País Vasco, estamos hablando de al menos 2.000 posibles psicópatas entre nosotros”, señala César Charro.

Sin embargo, la mayoría no comete crímenes sangrientos. Muchos son manipuladores, jefes tóxicos o políticos sin escrúpulos. El caso de Koldo Larrañaga, en cambio, mostró lo que ocurre cuando ese perfil cruza la línea. 

Koldo Larrañaga en una imagen de archivo

Koldo Larrañaga en una imagen de archivo


"Su historia es la de un psicópata de manual: inteligente, seductor y con una pulsión irrefrenable por matar. Solo un error le llevó al banquillo"

Cuatro asesinatos sin conexión aparente  

Entre mayo de 1998 y mayo de 1999, cuatro personas fueron brutalmente asesinadas en Vitoria. Las víctimas no tenían relación entre ellas: una profesora de inglés, un cordelero jubilado, un empresario de máquinas tragaperras y una abogada.

Los crímenes compartían, sin embargo, una violencia desmesurada. La profesora Esther Areitio fue descuartizada tras dar la clave de su tarjeta bancaria. Al jubilado Acacio Pereira lo apuñalaron quince veces. El empresario Agustín Ruiz recibió 45 puñaladas, y la joven abogada Begoña Rubio fue asesinada en su despacho con un cuchillo de monte. “El ritmo era de una víctima al mes, la ciudad vivía con miedo. No sabíamos quién sería el siguiente”, recuerda Charro. 

El error que lo delató  

Durante meses, la policía no encontró un patrón claro. Fue el asesinato de la abogada el que permitió encajar las piezas. Larrañaga había proporcionado su nombre real en una primera consulta legal, y fue esa firma la que lo delató.

Imagen de la abogada Begoña Rubio

Imagen de la abogada Begoña Rubio

La investigación reveló vínculos anteriores con tres de las víctimas. Vivió frente a Esther Areitio, jugaba al mus con Acacio Pereira y tenía negocios con Agustín Ruiz. La muerte de la abogada fue la única sin relación previa, pero también la que permitió su captura.  

“Como casi siempre, lo que atrapa a estos asesinos no es la habilidad de la policía, sino su propio ego”

Un perfil inquietante  

Koldo Larrañaga tenía un cociente intelectual de 130, cercano a lo que se considera superdotación. Mataba con arma blanca y con una violencia excesiva, lo que los criminólogos llaman “violencia expresiva”. “Disfrutaba con el acto de matar, aunque no hubiera componente sexual. Su conducta responde perfectamente al patrón del psicópata de manual”, sostiene Charro.

Fue condenado por los dos asesinatos que confesó, aunque la policía siempre sostuvo que también fue el autor de los otros dos. Ingresó en prisión en 1999, fue excarcelado en 2017 tras un infarto y murió en 2021, sin recibir el trasplante de corazón que esperaba.

Los crímenes de Esther Areitio y Acacio Pereira prescribieron tres años antes de su muerte. Nunca se hizo justicia por ellos.

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