La calle Laurel despide a una de sus leyendas: Adolfo Sáenz, el hostelero que supo lo que querías antes de pedirlo
Adolfo Sáenz dice adiós después de 36 años de trabajo en El Muro de la calle Laurel de Logroño

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Logroño - Publicado el - Actualizado
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Hay nombres que están ligados para siempre a la historia de una ciudad, a su esencia, su vida cotidiana. Adolfo Sáenz es uno de ellos. Quizás te preguntes: ¡pero ¿quién es Adolfo?! Es el hostelero que, durante 36 años, ha estado al frente de la barra de El Muro, en la Calle Laurel, con la misma sonrisa de siempre, sincera, cálida y hospitalaria. Sin embargo, ha llegado el momento de decir adiós. Adolfo ha traspasado su negocio, dejando tras de sí una huella imborrable en la hostelería logroñesa.

Calle Laurel, Logroño
Desde que abrió su primer establecimiento con tan solo 21 años, Sainz supo que la clave del éxito era tratar a la gente como le gustaría a él ser tratado. "Cada vez que nosotros estamos trabajando, todo el mundo está de fiesta. Cuanta más fiesta hay en la calle, más trabajamos nosotros", comenta con una mezcla de nostalgia y satisfacción. La Calle Laurel ha sido testigo de su esfuerzo y de la evolución de una hostelería que ha pasado de servir vino sin etiqueta a ofrecer productos de la máxima calidad.
LOS CLIENTES
En más de tres décadas tras la barra, Adolfo ha escuchado miles de historias, confesiones de desamores, celebraciones y reencuentros. Su capacidad para interpretar la psicología corporal de sus clientes le ha permitido saber, con solo dos pasos dentro del local, si venían por tabaco, al baño, a buscar a alguien o a disfrutar de un buen pincho y un buen vino.
REFERENTE EN LOGROÑO
Pero más allá de su trabajo, Adolfo ha sido un referente en la hostelería logroñesa. Su testimonio refleja cómo la Calle Laurel ha evolucionado en calidad, en la profesionalización del servicio y en la importancia de la imagen digital. "Los influencers gastronómicos han traído una forma diferente de atraer a los clientes", afirma, consciente de que los tiempos han cambiado.
Ahora, con la tranquilidad del deber cumplido, Adolfo deja su lugar a una nueva generación de hosteleros, pero su legado seguirá presente en cada rincón de la Calle Laurel. Porque hay personas que no se van del todo, sino que permanecen en la memoria de quienes han compartido con ellas una copa, una conversación o, simplemente, un instante de felicidad.

Calle Laurel