El secreto bajo tierra del Castillo de San Felipe que todavía sorprende en Menorca

Una fortaleza destruida hace más de dos siglos guarda en su subsuelo una red de galerías que asombra a los visitantes

Sant Felipe, Menorca
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Cope Menorca

Entrevista con el guía turístico, Fernando Serrano

Ignasi Catchot

Menorca - Publicado el

3 min lectura

El Castillo de San Felipe, en la bocana del puerto de Maó, es uno de los grandes símbolos de la historia militar de Menorca. Aunque fue demolido a finales del siglo XVIII por orden del rey Carlos III, sus restos todavía permiten adentrarse en un viaje que explica la importancia estratégica de la isla en el Mediterráneo. Hoy en día, lo que más sorprende a quienes lo visitan no son las ruinas visibles desde fuera, sino el tesoro escondido bajo tierra: más de ocho kilómetros de galerías excavadas a mano que permanecen intactas.

Una fortaleza nacida de la amenaza pirata  

El origen del Castillo de San Felipe se remonta al siglo XVI, cuando un ataque devastador del corsario Barbarroja en 1535 llevó a los menorquines a pedir protección a la Corona. La construcción fue finalmente impulsada por Felipe II, en cuyo honor tomó el nombre. Se levantó como una fortificación cuadrada con cuatro bastiones y murallas anchas capaces de resistir la artillería de la época, lo que lo convirtió en un ejemplo avanzado de arquitectura militar moderna.

Durante los siglos siguientes, la isla se convirtió en codiciada pieza del tablero europeo. Fenicios, cartagineses, árabes, ingleses, franceses y españoles dejaron huella en este enclave, conscientes de que dominar el castillo suponía controlar Menorca y, con ella, una de las mejores bahías naturales del Mediterráneo.

La réplica que continÚa en pie en la Florida, America

Escenario de guerras y cambios de bandera  

El siglo XVIII marcó la etapa más convulsa para la fortaleza. Tras la Guerra de Sucesión española, Menorca pasó a dominio británico en 1708, lo que dio inicio a 44 años de ocupación inglesa. Durante ese tiempo, el Castillo de San Felipe fue ampliado hasta convertirse en una de las mayores construcciones militares de Europa.

Los vaivenes no se detuvieron ahí. Hubo periodos de dominio francés, nuevas recuperaciones por parte de Inglaterra y, finalmente, el asedio de 1781, cuando las tropas de Carlos III lograron recuperar la isla tras un duro sitio de seis meses. La paradoja llegó poco después, cuando el propio monarca ordenó demoler la fortaleza para evitar que otros poderes extranjeros volvieran a codiciarla. La operación fue tan exhaustiva que apenas quedó piedra sobre piedra.

El legado oculto que todavía impresiona

Aunque en superficie apenas se distinguen los restos, el subsuelo conserva la verdadera joya del castillo: un entramado de galerías subterráneas excavadas a mano. Se calcula que son más de ocho kilómetros de túneles distribuidos en cuatro niveles, fruto de casi un siglo de trabajos que combinan la construcción original con las ampliaciones británicas.

Los visitantes actuales quedan impresionados al recorrer estos pasadizos, que muestran la magnitud de la obra y la importancia que tuvo Menorca en la estrategia militar europea. Las piedras utilizadas en su construcción llegaron de distintos puntos de la isla, como Favàritx, y todavía hoy se pueden reconocer detalles de la estructura original.

Las visitas guiadas permiten revivir la historia y comprender cómo un enclave destruido hace más de doscientos años conserva bajo tierra una memoria casi intacta. Desde la web del Consorcio Militar de Menorca se pueden reservar recorridos que revelan al visitante no solo la historia bélica de la isla, sino también la resistencia de un pueblo marcado por su puerto natural y por la pugna de imperios que lo quisieron dominar.

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