Antonia Camps, un año después de la DANA de Valencia: “Lo más triste es que muchas familias siguen sin recibir ayuda”
La alcaldesa de Es Migjorn Gran revive, con emoción y crítica, el aniversario de una tragedia que cambió su vida y dejó heridas que aún no se han cerrado

Entrevista en Herrera en COPE Menorca a Antònia Camps, alcaldesa de Es Migjorn Gran afectada por la DANA de Valencia de 2024.
Menorca - Publicado el - Actualizado
3 min lectura10:09 min escucha
Ha pasado un año desde que las inundaciones de Valencia sorprendieron a la alcaldesa de Es Migjorn Gran, Antonia Camps, y a su marido, el concejal Ramón Verdú, durante unas vacaciones que se convirtieron en una experiencia límite. Pero, lejos de quedar atrás, el recuerdo de aquella noche sigue presente, marcado por el miedo, la impotencia y la gratitud de haber sobrevivido.
En su conversación con COPE Menorca, Camps reconoce que su forma de ver la vida cambió por completo. Asegura que, tras aquella experiencia, aprendió a valorar lo esencial: levantarse cada día, trabajar y poder seguir adelante. Lo que antes era rutina, hoy es motivo de agradecimiento.
Contarlo es una forma de no olvidar: hay familias que aún esperan la ayuda que nunca llegó.”
Afectada DANA de Valencia 2024
El tiempo ha permitido asimilar lo ocurrido, pero no borrar las imágenes de aquel episodio. La alcaldesa recuerda el caos, la fuerza del agua y la incertidumbre de no saber si saldrían con vida. Sin embargo, lo que más le duele ahora, dice, es la falta de apoyo a quienes lo perdieron todo. Un año después, muchas familias siguen esperando las ayudas prometidas.
“Hay personas que aún no han recibido ni un euro y que han tenido que empezar de cero”, lamenta. Para Camps, la tragedia humana va mucho más allá de los daños materiales, y el abandono institucional añade otra capa de dolor a una catástrofe que marcó a toda una comunidad.
Una tragedia que destapó carencias
La alcaldesa recuerda que aquella tarde de martes nada hacía presagiar el desastre. Todo ocurrió en cuestión de minutos: la lluvia torrencial anegó las calles y el agua alcanzó más de un metro de altura en cuestión de instantes. El pánico se extendió entre quienes, como ella, se encontraban en centros comerciales y aparcamientos cercanos.
Esa noche, Camps y su marido pasaron horas refugiados junto a otras personas en una nave industrial, observando cómo la riada arrasaba todo a su alrededor. Aunque el miedo fue intenso, asegura que la unión entre desconocidos fue clave para sobrellevar el frío y la angustia. Esa solidaridad espontánea —la gente ayudándose, compartiendo mantas, cuidando de los demás— es, para ella, uno de los recuerdos más valiosos.
Pero no todas las historias tuvieron el mismo final. Hubo víctimas mortales, familias destrozadas y barrios enteros desaparecidos bajo el agua. Camps se emociona al recordar que muchas de esas familias aún no han recibido compensaciones, y denuncia que la burocracia y la lentitud administrativa han dejado a demasiada gente atrás.
La alcaldesa es contundente: “si un familiar de algún miembro del Gobierno hubiera vivido lo mismo, quizá se habría actuado de otra forma”. Lo dice con tristeza, no con rencor, convencida de que la empatía solo llega cuando se entiende el dolor en primera persona.
Lecciones y solidaridad desde Menorca
La experiencia también ha dejado un aprendizaje. Camps subraya que Menorca ha tomado nota y refuerza cada vez más la prevención ante temporales. En Es Migjorn Gran, asegura, se revisan torrentes y se limpian cauces en cada aviso de mal tiempo. “Hay mucho trabajo por hacer, pero algo hemos aprendido”, reconoce.
La alcaldesa tampoco olvida la respuesta solidaria del pueblo menorquín, que se movilizó de inmediato tras conocer la magnitud de las inundaciones. Desde Es Migjorn partieron camiones con ayuda humanitaria hacia Valencia, cargados de alimentos, ropa y materiales básicos. Vecinos, empresas y voluntarios se unieron para enviar apoyo a las zonas más afectadas.
Para Camps, ese gesto simboliza lo mejor del espíritu menorquín: la capacidad de movilizarse ante el sufrimiento ajeno sin esperar nada a cambio. Un año después, sigue agradecida a quienes ofrecieron su tiempo y sus recursos, recordando que incluso “las pequeñas aportaciones cuentan cuando todo se ha perdido”.
El paso del tiempo ha mitigado el miedo, pero no el recuerdo. Antonia Camps vive con la serenidad de quien ha sobrevivido a lo impensable, pero también con la preocupación de que la historia pueda repetirse si no se aprende de lo ocurrido. Por eso insiste en no olvidar: “contarlo es una manera de mantener viva la conciencia de lo que se perdió y de lo que aún falta por hacer”.



