La drástica decisión de una academia de costura en A Coruña tras sufrir unas obras en su edificio: "Se me ocurrió..."

Las obras de renovación suelen dejar resultados espectaculares y a veces cuesta reconocer un lugar al que se cambia completamente el aspecto. El problema es sufrir el proceso. Lo saben bien en una academia de costura de la zona de San Diego, en A Coruña, a la que se le ha ocurrido una solución para llamar la atención durante el tiempo que están tapadas por los hierros. 

Taladros, martillos, polvo, desorden y un trajín constante. Imagina multiplicar esto por casi 130. Son las viviendas que hay en la torre Central de San Diego, en la calle Río Monelos. Tiene 22 pisos y desde hace más de dos años, andamios que han cambiado su color de marrón a blanco.

Todo es para mejor: están completando las obras de aislamiento de este edificio, construido en los años 70. Pero la colocación de las placas exteriores obliga a desplegar unos enormes andamios que tapan las vistas de los vecinos... y de los negocios que están en los bajos . Uno de ellos es el de Lorena Manceñido. Hace ocho años montó una academia de patronaje, corte y confección, que, de repente, se vio rodeado por un montón de hierros.

Un poco de color sobre el gris

Esto afectó al negocio, y a Lorena se le ocurrió una idea: decorar los andamios con retales de las telas que utilizan en las aulas. “Lo veía supergris y... como que no nos representaba. Entonces, se me ocurrió un día colgar unos cuantos retales de la basura de las prendas que van cortando los alumnos”, cuenta. La iniciativa se fue expandiendo, y cada persona que iba a clase “van colgando los retales y van pidiendo un deseo”.

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Noela Bao

Retales de tela de colores en el andamio

Desde una pequeña superficie, fueron extendiéndose: “Empezamos con un cacho de valla y se alargó hasta tres”, relata. Tuvo tanto éxito la iniciativa que “hasta los obreros acabaron poniendo el tejido de la tela aislante que utilizan”.

Se está haciendo larga la obra. Tienen al menos hasta marzo. Pero han recuperado “algo de luz” y visibilidad , porque “a la hora de la repercusión se notaba muchísimo”. No están en una calle comercial, sino un lugar “de paso”. Y, pese a la penitencia que supone sufrir los ruidos, Lorena reconoce que “está quedando muy bonito y trabajan rápido”.

La modista que descubrió su vocación de profesora

El negocio de Lorena es la historia de una propia búsqueda personal. Empezó a estudiar Diseño de Moda y Patronista industrial, pero acabó por optar por crear su propia firma de moda. El nombre era 13 Razones, el que ahora bautiza la academia, y el nombre parte de las cinco palabras que definen a la mujer, según Coco Chanel: “belleza, poder, inteligencia, seducción y estilo”-

“Empecé trabajando en casa y cosía como las modistas de antes, y hubo una vez en una tienda de telas que me preguntaron si daba clase”, recuerda. Aceptó, y convirtió su salón en una academia. Salió genial: “No cabíamos”, y eso le llevó a decidir que “en verdad lo mío era la enseñanza”.

El orgullo de coser tu propia ropa

La academia tiene ahora dos profesores y, normalmente, 14 alumnos en cada turno. Sobre todo, alumnas. Gente como Pilar, que lleva viniendo desde 2020 para aprender “porque me gustó siempre y porque así haces el modelo que tú quieres. ¿Ves por ahí algo que te gusta? Solo tienes que copiarlo y venir aquí a entretener el tiempo”. 

María llega a clase desde una aldea de Cambre. Pasó de coser bastillas a prendas mucho más elaboradas, con más facilidad de lo que parece. “Una vez que tienes el patrón”, explica, “es calcarlo en la tela”. Antes de venir a la academia, cosía “lo típico”, bastillas a los pantalones, y lo primero que elaboró en la academia fue “una falda tipo pareo”, cuenta orgullosa. Lo segundo, un vestido con el que hasta hizo de modelo en una sesión de fotos de la academia.

Ambas están haciendo abrigos, algo acorde con la época invernal. Yasmin está probando por primera vez con unos pantalones vaqueros que valen para cualquier época del año, aunque la prenda de la que está mas orgullosa esta tinerfeña es “un vestido” de tafetán que hizo “para un proyecto y lo usé también para la boda de mi primo, verde, con cola, precioso”. Reconoce que son prendas hechas con tanto cariño y tan especiales que da hasta pena usarlas. 

Cansadas del ‘fast fashion’

Rodeadas de máquinas de coser, tijeras e hilos de colores, cada vez hay más alumnas como ellas: “Un montón y cada vez más, muchísimo más. Yo creo que la gente se está cansando de la moda rápida, de compro una camiseta, la lavo y se retuercen las costuras”, explica Lorena. Añade que “la gente quiere ir diferente. Porque si te das cuenta vas a las tiendas, vas a los escaparates y es todo el rato lo mismo. Y muy monótono. Como que no hay colores, es beige, gris, negro...”. 

Es el poder del color. Lorena nunca viste de negro, y nos cuenta que hasta quien va a la academia con colores oscuros se acaba convirtiendo. Ella misma es la muestra, con un traje azul eléctrico y una blusa floreada, multicolor. Todo, por supuesto, cosido por ella.