Pepe "Panxeta": "Mucha gente no sabe de dónde vienen las patatas"
Las plagas, los ataques de aves... al final los números de la cosecha de patata valenciana no salen

Es importante demandar en el mercado local la patata valenciana
Valencia - Publicado el
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Cuando pensamos en el campo valenciano, solemos imaginar naranjas, alcachofas, tomates... Pero también están las patatas, uno de los cultivos más comunes y que, sin embargo, está al borde del colapso económico. Así lo denuncia en Mediodía COPE Más Valencia, Pepe Benlloch, más conocido como Pepe Panxeta, agricultor de la comarca de l’Horta Nord, que explica con claridad cómo la presión de la competencia extranjera, los bajos precios y las plagas están hundiendo al sector.
“Las patatas que nos comemos en casa son de todas partes: Holanda, Francia, Alemania, Italia, y también de aquí, claro”, cuenta Pepe. La clave del problema está en los precios y en el tipo de patata que llega al supermercado. “Empezamos la campaña con precios buenos, a 40 céntimos el kilo, y en apenas 10 días hemos bajado a 25. Y 25 céntimos es justo lo que cuesta producir una patata aquí”.
Patatas nuevas vs. patatas viejas
La gran mayoría de consumidores no sabe que existe una diferencia esencial entre las patatas nuevas y las viejas, ni que esta diferencia es clave para entender la crisis del producto local.
“Las patatas nuevas de aquí todavía no tienen piel. Se lavan bajo el grifo y se pelan solas, están buenísimas, pero no les gusta a los supermercados porque se oscurecen si les da la luz”, explica. En cambio, “las patatas que se venden en las mallas, con piel dura, suelen ser de Francia o de Holanda, guardadas en cámaras durante meses”.
La piel marca la diferencia en el mercado, aunque no en la calidad. “Nuestras patatas nuevas son mucho mejores que las viejas, pero al no poder exponerlas como las otras, no se venden igual. Y si se venden, es a un precio injusto”.
Exceso de oferta extranjera y poco valor al producto local
“Cuando llegan nuestras patatas nuevas, al principio se valoran. Pero enseguida caen los precios porque hay exceso de producción extranjera guardada en cámaras que se sigue sacando al mercado”, explica Pepe. Esa presión hunde el valor del producto local, aunque sea fresco, de temporada y de proximidad.
A ello se suma que “producir en Valencia cuesta más”, y que el clima no ha acompañado. “Este año ha habido mucha humedad, y el mildiu (un hongo muy agresivo) ha arrasado muchos campos. Hemos tenido que pulverizar hasta cinco veces en algunas parcelas y aún así no lo hemos parado”.
Falta de soluciones fitosanitarias
Una de las quejas más repetidas del sector agrícola es la progresiva prohibición de productos para combatir plagas, sin que se ofrezcan soluciones alternativas. “Nos quitan productos, pero no nos dan remedios. Nos dejan indefensos ante enfermedades que destruyen las cosechas”.
Lo mismo ha ocurrido con las cebollas, cuya campaña, asegura, ha sido “un desastre”. “La mayoría de campos se han perdido. Y las inversiones en cebollas son muy fuertes”.
Cuando los números no salen
Benlloch hace cálculos sencillos para demostrar la inviabilidad actual de la agricultura. “Una producción normal es de unos 4.000 kilos por hanegada. A 0,25 euros, son 1.000 euros. Pero ¿quién tiene esa producción este año? Muchos tienen 2.500 o 3.000 kilos por culpa del mildiu. Así, pierdes dinero, por muy buena que sea la patata”.
La campaña empezó bien, pero se ha hundido. Y el margen es tan estrecho que una pequeña caída en producción o precio lo cambia todo.
Las plagas animales, otro enemigo silencioso
Como si no fuera suficiente, los campos valencianos sufren también el ataque constante de aves como palomas torcaces, cotorras, urracas y demás especies que se han convertido en auténticas plagas.
“Se han probado halcones, espantapájaros, redes… pero nada sirve. Solo se desplazan de campo. La única solución es el control mediante la caza, con permisos y de forma regulada”, afirma. Y es tajante: “Hay quien dice que matamos a los animalitos, pero es como cuando tienes un mosquito en casa: lo matas porque molesta. Pues esto es lo mismo, pero a gran escala. Se comen las chufas como si no hubiera mañana”.
¿Qué podemos hacer como consumidores?
La entrevista concluye con una reflexión: el poder del consumidor en el supermercado. “Mucha gente no sabe de dónde vienen las patatas. No lo miran. Y es una lástima, porque las patatas de aquí son mejores, están más frescas y ayudan a sostener el campo valenciano”.
Pepe "Panxeta" insiste en que “el problema no es solo del agricultor, es de todos”. Y añade: “Yo confío más en lo que tengo aquí cerca, en el campo de al lado de mi casa. Pero para eso hace falta información y compromiso”.
El campo valenciano resiste, pero necesita apoyo. Frente a las importaciones masivas, las plagas, los precios injustos y la falta de ayudas reales, la voz de agricultores como "Panxeta" nos recuerda que cada elección en la compra también es una elección sobre el futuro del entorno rural.
Consumir local no es solo una moda: es una forma de preservar nuestra tierra, nuestra economía y nuestra identidad.