El mensaje urgente de un jugador del Valencia que recibió en pleno encierro: quería recoger un anillo de compromiso
La noche del apagón en la joyería de Argimiro Aguilar: “Encerrado con brillantes”

Argimiro Aguilar en el interior de la joyería
Valencia - Publicado el
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En medio del caos provocado por el gran apagón que dejó sin suministro eléctrico a buena parte de Valencia, muchos comercios se vieron obligados a cerrar sus puertas. Otros, como bares y restaurantes, luchaban por no perder producto en sus frigoríficos apagados. Pero pocos imaginarían que una joyería, con su sofisticado sistema de seguridad, podría convertirse en una trampa dorada. Eso fue exactamente lo que vivió Argimiro Aguilar, joyero de la calle Colón, que pasó el apagón dentro de su propio establecimiento, sin posibilidad de salir… ni de cerrar del todo.
Un día cualquiera… hasta que dejó de serlo
Como cada mañana, Argimiro llegó a su joyería a las ocho. “Domingo es el Día de la Madre y el siguiente, la Virgen de los Desamparados”, explicaba. “Es una época fuerte para nosotros: bodas, aniversarios, regalos especiales”. Trabajaba a puerta cerrada adelantando tareas, cuando a las 12:33 se fue la luz. Por suerte, acababa justo de prepararse un café. Pero entonces empezó la incertidumbre.
“Ni comprobé los diferenciales. Sabía que era un apagón de la zona porque vi todos los rótulos apagados. Me comí el bocadillo, y esperé”, contaba entre risas. Pero la luz no volvió.
Un joyero atrapado entre puertas blindadas
Las medidas de seguridad de una joyería como la de Argimiro son extremas. Puertas blindadas, cámaras acorazadas, sistemas eléctricos. “Desde dentro podía abrir la primera puerta manualmente, pero la segunda, la que da a la calle, solo se abre con electricidad”, relata. Así que allí se quedó. Él, una bandeja de plata, dos posavasos de diseño y una Coca-Cola Zero. “Pasaba la gente y me decía: ‘¿Estás encerrado?’ Y yo: ‘Sí, no puedo salir’. Pero tranquilo, tenía todo lo necesario”.
Hasta que apareció una vecina sin efectivo. “Me dijo que no tenía ni un euro. Yo le dije: ‘Eso por ir siempre con el móvil o el relojito. Siempre hay que tener algo de dinero en casa’”.
Un anillo de compromiso en versión exprés
En pleno encierro, recibió un mensaje de un jugador del Valencia. Urgente: quería recoger un anillo de compromiso. “Le dije que sí, que estaba en la tienda, que viniera. Pero claro, no sabía que no podría ni salir ni cobrarle”. Cuando el cliente llegó, la única opción era pasarle el anillo por una rendija de apenas dos dedos entre ambas puertas.
“No cabía el estuche de lujo, así que le preparé uno más finito. Se lo pasé junto con la bolsa plegada y le dije: ‘Móntatelo fuera’. Él insistía en pagarme, pero no había forma: sin electricidad, los datáfonos estaban muertos”.
Preparado para pasar la noche
Argimiro estaba convencido de que pasaría la noche allí. “No podía cerrar ni abrir la cámara acorazada si no volvía la luz. Me aseguré de cerrarla antes por seguridad. Pero si no lo hubiera hecho… habría sido un desastre. En joyería, sin luz, estamos vendidos”.
El apagón desató un concierto de alarmas en toda la calle Colón. Todas, menos la suya. “Porque yo estaba dentro, trabajando. La Policía pasó, me vio con mi Coca-Cola y la bandeja, me hicieron un gesto de ‘todo bien’ y se fueron”.
Una reflexión tras la oscuridad
El suceso ha sido toda una lección para el joyero. “Ayer se volvió a poner en valor la radio. La de pilas, la de toda la vida. Hoy mismo hemos decidido comprar una”. También ha iniciado gestiones para incorporar un grupo electrógeno a su tienda. “Hay que tener plan A, B y C. Ayer Mercadona pudo abrir porque ya pensaron en esto. Nosotros también debemos hacerlo”.
Incluso vivió otra situación surrealista: “En un piso que estamos reformando en Nazaret, un encapuchado intentó entrar aprovechando el apagón. No sabía que las alarmas tienen batería. Saltó la alarma, acudió la Policía y salió corriendo. Cacos hay muchos, pero algunos no saben ni cómo funcionan las alarmas modernas”.
La joyería más segura… y más humana
Argimiro lo tiene claro: "Aquí estamos blindados, pero lo más importante es mantener la cabeza fría. Yo podía haber dormido una semana en la joyería y no habría pasado nada. Estaba preparado para eso".
Su historia, mezcla de humor, profesionalidad y sentido común, se ha convertido en una anécdota muy valiosa en tiempos en los que la tecnología, aunque imprescindible, también puede fallar. Y cuando eso ocurre, lo que queda es lo de siempre: ingenio, oficio… y una buena bandeja de plata con Coca-Cola Zero.