Las historias más increíbles tras cada anillo de compromiso

Todas las semanas, Mediodía COPE Más Valencia tiene una cita con el brillo. Y no hablamos solo del brillo del oro o de los diamantes, sino del que transmite Argimino Aguilar, alma y manos de Argimino Joyero, un artesano que transforma metales y piedras en recuerdos imborrables. En esta última entrevista, Aguilar nos abrió las puertas del mundo de la alta joyería… y de las historias de amor que guarda en sus vitrinas.

“La primavera-verano es nuestra temporada fuerte”, arranca Argimino, con la energía de quien ama su oficio. Desde medallas de la Virgen de los Desamparados hasta alianzas y anillos de compromiso, cada pieza se convierte en símbolo de algo más grande: la fe, el amor, el recuerdo.

“Para nosotros, la Virgen de los Desamparados lo es todo. Es la patrona de Valencia y la Comunidad Valenciana, y no te imaginas la cantidad de medallas, pulseras y collares que se venden en estas fechas. Sobre todo en comuniones, que son como mini bodas”.

Y de las comuniones… al amor eterno. Porque el compromiso sigue de moda. Y más de lo que se piensa. “El otro día vendimos cinco anillos de compromiso en un solo día. Y batimos récord con un cliente ucraniano: nos hizo el encargo a las 12 del mediodía y a las 5 de la tarde lo tenía terminado… ¡porque tenía que coger un vuelo!”.

“La joyería no es solo lujo, es emoción, urgencia, ilusión y compromiso”, afirma Aguilar, quien presume con razón de su reputación: “Somos la joyería con más reseñas de toda España: 1.486 y todas 5 estrellas. Eso se consigue con compromiso y respeto por el cliente”.

Las anécdotas se suceden y parecen de película. Un joven pidió un anillo para pedida el lunes... y lo necesitaba para el viernes. “Vengo de todas las joyerías de esta calle y todas me han dicho que no”, contaba desesperado. En Argimino Joyero, en cambio, le dijeron: “Pase, siéntese. El viernes lo tendrá”. Y lo tuvo. Porque iba a pedir matrimonio en la Plaza del Obradoiro, tras hacer el Camino de Santiago. El anillo, escondido entre su ropa, durmió con él en los albergues durante toda la ruta.

Y hay más. “Un buzo profesional bajó al mar con el anillo atado con hilo de pescar, y le pidió matrimonio a su pareja bajo el agua. Otro, piloto de Ryanair, le pidió matrimonio a su novia, también piloto, sobrevolando Manhattan en helicóptero. ¡Nosotros solo ponemos el anillo, la creatividad la trae el cliente!”, bromea Aguilar.

Pero no todo son gestos espectaculares. También hay tradiciones que resisten, como las alianzas desgastadas que aún brillan en las manos de quienes llevan décadas casados. “Son anillos que ya apenas pesan porque el uso diario los ha ido limando, pero ahí siguen. Y eso, para mí, tiene más valor que cualquier joya nueva”.

Aguilar también destaca la importancia de las joyas en las comuniones, sobre todo en el mundo rural valenciano. “El otro día hicimos un aderezo completo de comunión por casi 6.000 euros. Era una señora que quería que su hija llevase una joya única, para conservarla toda la vida”.

En cuanto a los estilos, la joyería evoluciona, pero no se aleja de lo clásico. “El solitario tipo Tiffany’s, con seis garras, sigue siendo el favorito. También las medias alianzas con brillante central. Hay innovación, pero al final, como dice mi mujer, todas las mujeres llevan una princesa dentro y quieren algo que dure para siempre”.

Y no, no hace falta romper el banco. “Empezamos en 500 euros, con oro y brillante, pero sin bajar nunca la calidad. Todo con la misma ilusión que si fuese un anillo de 80.000 euros, como el que estamos haciendo para un deportista de élite”.

Para Aguilar, el precio nunca debe marcar la atención al cliente. “Cada historia merece respeto. El anillo es importante, pero más lo es el momento, la ilusión, lo que simboliza. Hay que hacerlo bien, con cariño y sin mirar si cuesta poco o mucho”.

Cuando le preguntan si sigue creyendo en el amor, responde sin dudar: “Sigo casado con la misma, y felizmente. Hay que apostar por el amor y cuidarlo”. Y con la misma firmeza, sigue creando joyas que no solo adornan, sino que guardan historias, emociones y promesas para toda la vida.