Lanchas, gasolina y satélites: Alicante convertida en la autopista del narcotráfico y la inmigración ilegal

Viajes de ida con droga y vuelta con migrantes: desmantelan una red criminal que usaba ‘narcolanchas’ entre la provincia y Argelia

Narcolancha de la red

Narcolancha de la red

Isabel Bartolomé

Alicante - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

La lancha apareció como un rayo en el radar. Era de noche, y a más de 40 millas de la costa alicantina, el aparato se deslizaba a toda velocidad, sin luces y sin carga visible. No era una embarcación cualquiera. Era una ‘narcolancha’, una de esas semirrígidas con motores fuera borda tan potentes como los de una lancha de rescate, pero con una misión muy distinta: llevar droga a Argelia... y volver con personas desesperadas por llegar a Europa.

Aquella visión en el radar fue el principio del fin para una organización criminal que, desde la costa de Alicante, había creado una ruta secreta y letal entre España y el norte de África. Un tráfico doble: drogas de ida, migrantes de vuelta. Cocaína, pastillas sintéticas y gasolina para cruzar el Mediterráneo en una noche. Y en el regreso, cuerpos hacinados, esperanzas rotas y billetes de 10.000 euros en cada asiento.

La historia comienza a principios de 2025, cuando agentes del Servicio de Vigilancia Aduanera detectaron el extraño movimiento de aquella lancha. Lo que parecía una operación puntual, pronto reveló una estructura mucho más compleja: una red criminal con base en la provincia de Alicante, formada por ciudadanos de origen argelino y español, que había encontrado en el mar su autopista clandestina.

La organización funcionaba como un reloj. Las embarcaciones no partían desde Argelia, como suele ocurrir con la inmigración ilegal. Todo comenzaba aquí, en España. Desde puertos deportivos del litoral alicantino salían las lanchas cargadas de droga rumbo a la costa africana. Allí, gracias a una red de colaboradores locales, descargaban los estupefacientes y cargaban migrantes. Familias, jóvenes, hombres solos. Cada uno había pagado entre 6.000 y 10.000 euros por un sitio en esa ‘patera taxi’ disfrazada de embarcación deportiva.

Durante semanas, agentes de la Policía Nacional y de la Agencia Tributaria vigilaron discretamente esos puertos. Identificaron a los patrones, a los encargados del combustible, a quienes sacaban las lanchas del agua y las escondían en hangares con nombres legales. Algunos españoles ponían su nombre en los papeles de propiedad para darles apariencia de legalidad. Era un engranaje perfecto: tráfico de drogas, inmigración ilegal y contrabando, todo en una misma ruta.

El momento clave llegó en la madrugada del siete de abril. Dos embarcaciones de la red zarparon casi a la vez. Se habían abastecido con 26 garrafas de gasolina, teléfonos satelitales, GPS de alta precisión y provisiones para cruzar y volver en unas horas. Un dispositivo de seguimiento se activó al instante.

Horas después, una de las lanchas tocó tierra en la playa de Cartagena. Dentro, 22 inmigrantes argelinos en estado de agotamiento fueron detenidos nada más pisar la arena. También cayó el patrón, un joven argelino, y poco después, el propietario del barco, un español que había acudido al puerto a recogerlo. La otra embarcación no regresó. Fue interceptada por las autoridades argelinas, que dieron así un golpe más a la organización desde el otro lado del mar.

Con estas detenciones comenzó la segunda fase de la operación. Los agentes entraron en viviendas de los implicados en la provincia de Alicante. Allí arrestaron al resto de la red, incluidos los cabecillas, y se incautaron de pruebas clave: armas blancas, teléfonos cifrados, más gasolina, vehículos usados para la logística y las dos semirrígidas.

Siete de los nueve detenidos están ya a disposición judicial. Se enfrentan a cargos por tráfico de drogas, contrabando, pertenencia a organización criminal y favorecimiento a la inmigración ilegal. Las ‘narcolanchas’ fueron intervenidas, y la operación, aunque exitosa, no está cerrada. Las autoridades no descartan más detenciones.

Este caso ha vuelto a poner sobre la mesa un fenómeno preocupante: la profesionalización de las rutas ilegales por mar. En un mismo trayecto, las mafias encuentran beneficio doble: venden droga y venden sueños, sabiendo que para muchos migrantes, pagar miles de euros por un asiento en una lancha veloz es la única oportunidad de cambiar sus vidas.

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