Trabaja como repartidor en Madrid y en plena madrugada le llega una notificación con un pedido 'absurdo': en un sitio inesperado
Él mismo contaba a través de sus redes sociales cómo había encarado este particular pedido, que llegaba una madrugada de domingo, y para el que no encontraba ningún sentido

Alcalá
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Puede que seas de los afortunados que, en este momento, ha conseguido tomarse un merecido descanso. Lo que en países como en Estados Unidos es bastante corriente: un oasis en medio del desierto. O quizás seas de quienes aún tienen que esperar un poco más. En cualquier caso, esos momentos de desconexión siempre están presentes en la mente y se convierten en la motivación para afrontar los días de trabajo.
Y es que los descansos de fin de semana (con algún día más) son ideales para romper con la rutina y dejar de lado, al menos por un tiempo, esas preocupaciones que suelen acompañarnos a lo largo del año. También son una oportunidad perfecta para hacer cosas diferentes, que normalmente no forman parte del día a día.

Vista aérea de Llivia y su entorno rural en un atardecer de otoñoESP Vista aerea de Llivia y entorno
Por ejemplo, realizar ese viaje pendiente desde hace tiempo, visitar un museo del que siempre has oído hablar, o simplemente salir a pasear por tu ciudad con calma, sin preocuparte del reloj.
Son también momentos en las que solemos mimarnos un poco más de lo habitual y darnos esos caprichos que en otros momentos quizá no nos permitimos. Como salir a comer fuera con más frecuencia o pedir comida a domicilio.
Esto último resulta especialmente tentador (con vacaciones o sin ellas, seamos realistas) ya que permite disfrutar desde casa mientras se hacen otros planes sin tener que preocuparse por cocinar. Eso sí, no siempre todo sale como uno espera.
Si no, que se lo pregunten a este repartidor de Madrid, que tuvo que atender un pedido que le acabó descolocando.
Un pedido 'absurdo' en plena madrugada
Las ciudades grandes, seamos francos, no duermen nunca. Y no es que queramos que sean una copia de ciudades como Nueva York, sino que las grandes urbes acaban pareciéndose entre sí.
Hay multitud de tiendas, da igual por dónde pasees que acabas encontrando un sitio donde tomar algo, donde descansar, o donde dar una clase de gimnasia. Y si hay algo que caracteriza a estas ciudades es que, a altas horas de la noche, sigue habiendo muchos establecimientos abiertos.
Bares, discotecas, tiendas e incluso supermercados. Eso propicia, muchas veces, que, presos de un capricho, vayamos a alguno de estos locales a altas horas de la madrugada. Y si no queremos hacerlo, siempre podemos llamar para que nos lo traigan.
Es lo que pasó en un piso céntrico de Madrid, donde llamaron, a altas horas de la madrugada, a un repartidor. El capricho, como él mismo contaba en las redes sociales, era 'absurdo'.
“Pedirme unas palomitas a un cine por Uber es algo que no me esperaba hoy” empezaba contando este repartidor. Así, iba enseñando cómo era su trayecto, hasta llegar al cine de lujo donde le vendían las palomitas.
“El antojo de la noche, sin ningún tipo de duda. ¿Os pediríais palomitas por Uber pese a lo carísimo que es? Palomitas entregadas, y un cliente feliz” acababa diciendo este repartidor.
Lo que encuentra el repartidor hace saltar las alarmas
A un restaurante de Barcelona llegó un pedido de una comida para muchas personas. Lo que podía haber sido un buen negocio, se convirtió en una experiencia nefasta. Y todo, por la voz de alerta que dio el repartidor.
A través de las redes sociales, este bar de Barcelona daba cuenta de lo que había ocurrido con un pedido que les habían hecho. Ponte en situación, se trataba de un pedido muy cuantioso, de los que dan mucha alegría a todos los restaurantes.
Lo habían hecho a través de la página web y, tras poner los datos, decidieron poner en la comanda ocho menús de hamburguesas, perritos calientes, postres y entrantes, por lo que la cuenta ascendía a 105 euros.

Bar de cerveza artesanal y vinos naturales en la calle del Rec de Barcelona
Pues bien, ahí fue cuando el repartidor entró en juego. Resulta que fue a la dirección que le habían pedido, tal y como ponía en los datos. Ahí es donde se llevó la sorpresa.
“La dueña de la casa le dice que lo siente, pero que ella no había pedido nada y que, incluso, el supuesto nombre que salía en el pedido no era de su casa, nadie allí se llamaba así” decían desde el restaurante.
Así pues, el repartidor, bastante asustado, ya que el pedido se pagaba siempre al recibirlo, llamó al restaurante. “Nosotros llamamos al número que salía en el pedido y resulta que el teléfono no existía” explicaban con mucho pesar.
Claro, el modelo que ellos tenían era el de pagar una vez que se recibía el pedido, pero con esta terrible experiencia, se vieron obligados a cambiar su página web y todo. “Aprendimos la lección y cambiamos toda nuestra web y a partir de ahora se pueden hacer pedidos los pagas, si no, no los puedes hacer” decían.