Un joven de Valladolid explica que es más económico ir a trabajar cada día a Madrid y el motivo no es el precio del alquiler
Pablo ha decidido viajar cada día 200 kilómetros de ida y otros 200 de vuelta después de probar a residir en la capital durante poco más de un año

Tráfico intenso en la Puerta de Alcalá
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La emancipación juvenil en España atraviesa uno de sus peores momentos históricos. Según el último Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España, solo el 15,2% de los jóvenes de entre 16 y 29 años logra vivir fuera del hogar familiar, la cifra más baja para un segundo semestre desde 2006. Madrid, a pesar de liderar la tasa de emancipación nacional con un 17,9%, no escapa a esta crisis, mientras que Castilla y León se sitúa por debajo de la media nacional con un 14,4%, según datos del primer semestre de 2024.
En este contexto de precariedad y precios de vivienda récord, donde un joven debe destinar el 92,3% de su salario para alquilar un piso en solitario, surgen historias que desafían la lógica económica. Una de ellas es la de Pablo Faúndez García, un vallisoletano que ha optado por volver a su ciudad natal y viajar diariamente a Madrid por una razón inesperada: la calidad de vida.
De Valladolid a Madrid cada día
Pablo Faúndez (Valladolid, 1998) es uno de los miles de jóvenes que han decidido regresar a Castilla y León después de probar suerte en la capital. Tras casi año y medio viviendo en Madrid, este profesional del sector bancario tomó una decisión que refleja un cambio demográfico singular: por primera vez en dos décadas, más ciudadanos están abandonando Madrid para establecerse en Valladolid que viceversa. Según cuenta en una entrevista a El Español, la clave de su elección no es únicamente el ahorro en alquiler –aunque este es significativo, sino una combinación de factores que priorizan el bienestar personal sobre la conveniencia geográfica.

AVE en Valladolid
"Me compensa por calidad de vida", asegura Pablo, quien destaca que su decisión fue posible gracias a los bonos de Renfe que permiten 50 viajes entre Valladolid y Madrid por 142,6 euros, reduciendo el coste por trayecto a apenas 2,85 euros. El viaje, de una hora de duración, le permite ahorrarse los altos costes de vivir en Madrid mientras mantiene su empleo en la capital. Su oficina, ubicada a 15 minutos de la estación de Chamartín, y su flexibilidad horaria son facilitadores clave de esta peculiar rutina.
Pero detrás de esta aparente contradicción económica, asumir un desplazamiento diario de 200 kilómetros para ahorrar, subyace una realidad profundamente humana. Pablo describe las desventajas de Madrid no solo en términos económicos ("una caña o una pista de tenis cuestan el doble que en Valladolid") sino también sociales. La falta de sincronización horaria con amigos y la dificultad para conciliar vida laboral y personal fueron determinantes. "En Madrid la gente suele salir de trabajar a las 19:00 o 20:00 horas, mientras que yo a las 15:00 ya he terminado. Eso dificulta muchísimo tener vida social", explica.
Un fenómeno cada vez más común en España
Este fenómeno no es aislado. Castilla y León pierde anualmente alrededor de 2.000 jóvenes que emigran a otras comunidades autónomas en busca de oportunidades, pero al mismo tiempo, atrae a quienes buscan escapar de la asfixia económica y social de las grandes urbes. El precio medio del alquiler en Valladolid es de 656 euros mensuales, un 40% más bajo que los 1.080 euros de Madrid, pero para Pablo y otros como él, el valor diferencial está en lo intangible: la proximidad a familiares, la facilidad para moverse por la ciudad y la posibilidad de ahorrar sin renunciar al ocio.

Plaza Mayor de Valladolid
No obstante, la solución de Pablo no está exenta de desafíos. La imprevisibilidad de los trenes –especialmente con las reformas en la estación de Chamartín– y el desgaste físico de viajar diariamente son obstáculos significativos. "No me veo haciendo esto de por vida. Es insostenible por la falta de horas de sueño y el cansancio acumulado", admite. Su plan a medio plazo es negociar un traslado a Valladolid con su empresa, una opción que cada vez más compañías contemplan ante el auge del teletrabajo y la descentralización.
Políticamente, esta tendencia plantea interrogantes sobre la necesidad de reforzar las infraestructuras de transporte y ampliar los bonos de movilidad, como los de Renfe, cuya vigencia actual termina en diciembre de 2025. Pablo es claro al respecto: "Sin los bonos, seguramente no hubiera tomado esta decisión". Su caso ilustra cómo políticas públicas aparentemente modestas pueden tener un impacto profundo en la vida de las personas, facilitando estrategias innovadoras para enfrentar crisis estructurales como la falta de vivienda.
Revalorizar las ciudades medianas
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En el panorama más amplio, la historia de Pablo refleja un cambio cultural silencioso pero significativo: la revalorización de las ciudades medianas como espacios de oportunidad frente a la macrocefalia de las capitales. Valladolid, con su menor coste de vida, su red social cohesionada y su conexión ferroviaria con Madrid, se está convirtiendo en un laboratorio de nuevas formas de habitar el territorio. "Poniendo una balanza, al final hay muchas más ventajas que desventajas", zanja Pablo.
Mientras tanto, los datos oficiales siguen mostrando una realidad obstinada: la emancipación juvenil sigue estancada, y comprar una vivienda en España requiere 14 años de salario íntegro para un joven. Pero en los intersticios de esta crisis, surgen historias como la de Pablo, que recordándonos que a veces las soluciones no están en elegir entre capital o provincia, sino en reinventar el equilibrio entre trabajo, vida y comunidad.