Tres razones por las que Cantabria ha perdido 400 ganaderías de leche en seis años: “Estamos en caída libre”
La región ha perdido más de 5.000 litros mensuales de producción láctea. UGAM-COAG alerta del agotamiento del sector y acusa a Europa de abandonar al campo

Voz de Luis Pérez, secretario general de UGAM-COAG
Santander - Publicado el - Actualizado
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Cantabria está perdiendo leche, pero sobre todo está perdiendo ganaderos. En los últimos seis años han cerrado casi 400 explotaciones de vacuno de leche en la región. La cifra no solo impacta por lo que supone en volumen de producción —más de 5.000 litros menos al mes—, sino por lo que arrastra detrás: menos relevo generacional, menos jóvenes incorporándose al sector y un medio rural cada vez más castigado.
Lo recoge un informe oficial del Parlamento de Cantabria y lo denuncia con crudeza el sindicato UGAM-COAG, que alerta de una “caída libre” del sector lácteo. Luis Pérez Portilla, su secretario general, lo explica con claridad: “Nos estamos quedando sin sector lácteo en Cantabria. Estamos en caída libre”.
La situación, dice, es el resultado de muchos factores que se han acumulado con los años: jubilaciones sin relevo, precios bajos, presiones de la industria y una falta de planificación desde las instituciones. “No hay un plan para el fomento del sector. Muchos ganaderos se han rendido, no por falta de vocación, sino porque no pueden más”, lamenta.
Una PAC que “no protege a nadie”
UGAM-COAG es especialmente crítico con la nueva reforma de la Política Agraria Común (PAC) que ya está en fase de aplicación. Según Luis Pérez, lo que se plantea desde Bruselas es “inasumible” para los pequeños productores. “Nos han vendido una alimentación saludable, el pacto verde, estrategias sostenibles... pero lo que parece es que quieren importar los alimentos desde fuera sin garantías”, denuncia.
Para el sindicato, la nueva PAC deja al sector primario desprotegido, con una presión administrativa aún mayor y unos fondos mal repartidos. “Han rebajado el presupuesto un 22 % pero exigen lo mismo o más. ¿Cómo vamos a competir en igualdad de condiciones con otros países como Francia o Alemania?”, se pregunta.

Vacas en un pasto
Además, denuncia que han desaparecido los fondos de desarrollo rural y que se mantiene la asfixia burocrática: “Seguimos igual. Las ayudas exigen una carga de papeleo tremenda, que desmotiva a cualquiera que esté pensando en incorporarse. Hay personas que lo dejan simplemente por no poder con ello”.
El relevo que no llega
Uno de los datos que más preocupa al sector es la falta total de incorporación de jóvenes. En los últimos cursos de formación para nuevas altas en vacuno de leche, apenas se han inscrito una o dos personas. “Así es imposible que esto tenga continuidad. Si no hay atractivo, si no hay apoyo, si todo son trabas... nadie quiere empezar”, resume el dirigente de UGAM.
Hoy en día, el litro de leche se paga en torno a los 50 céntimos, un precio que, aunque ha mejorado respecto a años anteriores, no compensa las jornadas interminables ni las inversiones necesarias para mantener una explotación en pie. “Echas 14 horas al día, trabajas fines de semana, metes dinero en maquinaria, en instalaciones, y el margen sigue siendo mínimo. Esto solo se aguanta porque nos gusta, pero económicamente es muy difícil”.
También el sector de vacuno de carne sufre las consecuencias, aunque sus precios han mejorado ligeramente. La lengua azul, la EHE y las jubilaciones están afectando también a las vacas nodrizas, lo que reduce el censo y encarece los costes.
Un modelo que se apaga
Desde UGAM-COAG lanzan un mensaje claro a las instituciones: “O se protege el campo o desaparece”. No se trata solo de mantener una producción local, sino de defender un modelo social, económico y cultural vinculado al territorio.

Vacas
“Si esto sigue así, Europa va camino de convertirse en un parque temático que importe lo que necesita desde fuera. Pero luego nos llevaremos las manos a la cabeza por la seguridad alimentaria o la falta de soberanía. El momento de reaccionar es ahora”, advierte Luis Pérez.
Mientras tanto, en Cantabria, esto se traduce en que cada cierre de una granja equivale a mucho más que una cifra más en una estadística: es el triste relato, una historia de vida ganadera que se apaga.