700 escalones, un QR y un faro: el curioso acceso de este monumento de Cantabria que marca tendencia
Tras años de masificación y rescates, el faro del Caballo en Santoña vive un verano distinto: el sistema de reserva previa y control de acceso ha devuelto el orden a uno de los iconos turísticos de Cantabria

Faro del Caballo
Santander - Publicado el
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763 escalones separan el mar Cantábrico de uno de los rincones más visitados de la región. El faro del Caballo, convertido en icono turístico de Santoña, ha pasado en apenas un año de ser símbolo de masificación y rescates a un ejemplo de gestión ordenada. La clave ha estado en el nuevo sistema de acceso implantado este verano: solo se entra con reserva previa y bajo la supervisión de monitores de naturaleza.
El cambio se nota. Si en temporadas anteriores las imágenes de colas interminables, atascos y visitantes exhaustos se repetían en cada jornada, este verano el panorama ha sido muy distinto. En julio entraron más de 7.000 personas y no se registró ninguna incidencia. La medida ha permitido que el entorno natural, que forma parte del Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, no sufra la presión de un turismo masivo que estaba poniendo en riesgo su conservación.
El alcalde de Santoña, Jesús Gullart, reconoce que no esperaba una reacción tan inmediata: “Al final, cuando tomas una decisión así, cruzas los dedos. Puede salir bien o puede salir mal, pero había que actuar porque las imágenes de los últimos años eran insostenibles.”
De la saturación al orden
El faro del Caballo arrastraba desde hace tiempo un problema de saturación. La popularidad del enclave, multiplicada por redes sociales y guías de viaje, había convertido la bajada de sus 763 peldaños en una experiencia masiva. Las escenas de visitantes agotados, rescates por parte de emergencias y aglomeraciones en un entorno protegido eran frecuentes.
En 2022 se firmó un convenio entre la Autoridad Portuaria, el Ayuntamiento de Santoña y la empresa pública CANTUR para poner en marcha un sistema de reservas. Sin embargo, no fue hasta el verano de 2024 cuando se empezó a aplicar una primera fase de prueba. Este 2025 se ha implantado de forma completa con el programa Naturea, lo que ha permitido controlar el acceso de forma presencial.
“Se ha pasado de la masificación a un turismo ordenado”, explica Gullart. El balance provisional del mes de agosto mantiene la misma línea de julio, con la excepción del puente del 15, cuando se notó un repunte en el número de visitantes. Pese a todo, no hubo incidentes ni situaciones de riesgo.
Un turismo más sostenible
El nuevo modelo ha reducido la presión en la zona y ha permitido disfrutar del faro en condiciones más seguras. La mayoría de los visitantes son de origen nacional, procedentes de comunidades cercanas a Cantabria. La experiencia, según destaca el Ayuntamiento, demuestra que regular no espanta al turismo, sino que garantiza que este enclave pueda visitarse sin dañar el entorno.
El control no ha estado exento de intentos de incumplimiento. Algunos visitantes trataron de saltarse el sistema de reservas o acceder fuera de horario. En esos casos, los monitores registraron los datos y dieron aviso a los agentes medioambientales o a la Guardia Civil. “No es que haya sanciones inmediatas, pero sí se han propuesto multas para quienes incumplieron”, confirma el regidor.
Equilibrio entre turismo y conservación
El debate de fondo es cómo compatibilizar el interés turístico con la necesidad de conservar los espacios naturales. El alcalde lo resume de forma clara: “Cantabria no es infinita, es muy finita. Necesitamos preservar nuestros recursos aunque eso signifique limitar accesos.”
El consistorio espera ahora recibir los datos definitivos del verano para planificar los siguientes pasos. El sistema de control presencial finalizará el 31 de agosto, pero la intención es consolidar este modelo en los próximos años y trasladar la experiencia a otros enclaves de la región que también sufren masificación.
Un faro con historia
El faro del Caballo, situado a los pies del Monte Buciero, fue construido en 1863 para guiar a los barcos en la entrada a la bahía de Santoña. Desde que se apagó en 1993, la belleza de su enclave lo ha convertido en una de las rutas más famosas de Cantabria. Hoy, tras años de sobreexplotación turística, la regulación abre una nueva etapa: la de un turismo más sostenible que permita seguir disfrutando de este icono sin ponerlo en riesgo.
Con 763 escalones por delante, quienes bajan hasta el faro este verano encuentran algo más que vistas espectaculares: la tranquilidad de que, al fin, se está cuidando un lugar único en la costa cántabra.