Tiene 24 años, es de Santoña y su primer estudio revela cómo el mar nos devuelve lo que tiramos

Sergio Villoria ha firmado su primer artículo científico tras investigar cómo los microplásticos que acaban en el mar terminan entrando en la cadena alimentaria. El joven biólogo cántabro ha puesto voz a un problema global desde el fondo del Cantábrico.

Sergio Villoria, que a sus 24 años ya ha publicado un estudio internacional sobre la contaminación por microplásticos.
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Laura Castillo

Publicado el - Actualizado

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Santoña, villa marinera por excelencia, no solo destaca por su tradición pesquera, sus paisajes o sus famosas anchoas. También es cuna de jóvenes con talento, como Sergio Villoria, que a sus 24 años ya ha publicado un estudio internacional sobre la contaminación por microplásticos en aguas del norte.

Formado en la Universidad de Oviedo, Sergio ha participado en un trabajo de investigación centrado en el sistema de cañones submarinos de Avilés, frente a la costa cantábrica. Allí, junto a un equipo científico, analizó el impacto de los microplásticos en organismos marinos de profundidad.

El protagonista de este análisis fue un gusano del fondo marino, el Laetmonice filicornis, que actúa como especie bioindicadora. Es decir, permite detectar la contaminación a través de los residuos que acumula en su cuerpo. Y los resultados fueron tan preocupantes como reveladores.

“Este gusano depreda otras especies… y a la vez es predado por especies que nosotros consumimos”, explica Sergio. “Eso demuestra que los microplásticos ya forman parte de la cadena alimentaria”.

Los investigadores encontraron fibras y fragmentos plásticos incrustados en tejidos musculares y reproductivos. Además del daño físico que provocan, estos residuos actúan como esponjas químicas: absorben contaminantes como pesticidas que pueden llegar al ser humano a través del pescado. 

 Ciencia cántabra en alta mar  

Además de su trabajo de laboratorio, Sergio ha vivido la ciencia desde dentro. El verano pasado embarcó en dos campañas a bordo del buque oceanográfico Vizconde de Eza, uno de los más avanzados del mundo, donde colaboró en la recogida de datos sobre especies comerciales, zonas protegidas y hábitats vulnerables.

Durante semanas trabajó en alta mar, sin redes sociales y con jornadas intensas de muestreo, análisis y convivencia con científicos de todo el país. Una experiencia dura, pero inolvidable que refuerza su compromiso con la conservación marina.

Con solo 24 años, este joven cántabro ya ha sumado su voz —y su ciencia— a la lucha por un mar más limpio. Su historia es también una llamada de atención sobre lo que arrojamos al agua… y sobre cómo el mar, tarde o temprano, nos lo devuelve.

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