“Mi casa es un barco”: vecinos del Muelle Deportivo temen quedarse sin hogar ante la privatización

Más de 250 personas empadronadas en el Muelle Deportivo de Las Palmas de Gran Canaria viven pendientes del futuro de su atraque

Muelle deportivo de Las Palmas de Gran Canaria
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Entrevista a Antonio Pérez propietario de un barco en el que vive todo el año

Fernando Cárdenas

Gran Canaria - Publicado el

2 min lectura13:32 min escucha

Vivir en un barco es espartano: poco espacio, cero acumulación y mucha logística. Antonio lo resume así: “Solo tienes lo esencial: dos camarotes, un baño, una cocina… y una regla: no acumular”. La contrapartida es un privilegio que define su modo de vida: mover la casa entre islas en un fin de semana con buen parte. En Canarias, recuerda, esa libertad es real. 

Cifras que hacen puerto  

La Autoridad Portuaria tiene localizadas más de 250 personas empadronadas en el recinto y, según el propio testimonio, alrededor de 1.300 embarcaciones ocupan amarres. En el puerto público, las cuotas son “razonables”: un velero medio paga algo más de 200 € al mes de atraque. Pero vivir a flote suma mantenimiento, pintura, seguro y varada: unos 4.000 € al año, cerca de 400 € al mes. “No es un lujo; es mi hogar”, subraya.

La amenaza: gestión privada y tarifas al alza  

Según denuncia Antonio, la Autoridad Portuaria busca un gestor privado para el Muelle Deportivo. El temor de los residentes es claro: tarifas multiplicadas “en el Mediterráneo se han multiplicado por diez” y expulsión de quien no pueda pagarlas. “No es solo nuestro problema; afectará a toda la náutica social de la ciudad”, sostiene.

No es solo nuestro problema; afectará a toda la náutica social de la ciudad

Antonio Pérez vive en su barco 

 ¿A dónde ir si suben los precios?  

El “plan B” no existe: “No hay amarres disponibles en otros puertos de la isla para absorber una salida masiva”. Y añade un dato incómodo: “Si aquí se va el 50% de los barcos, ¿a dónde van? Mañana tengo que trabajar, no puedo desaparecer con mi casa”.

Quienes llevan décadas amarrados temen represalias. Antonio relata que tras usarse un caso de 40 años de residencia en un recurso, el afectado recibió una orden de desalojo. “No hay mediación; no se sientan a negociar”, lamenta.

Entre la vivienda y el mar: una cuestión social  

Aunque el boom del alquiler ha disparado el interés por alternativas habitacionales, los “liveaboards” no son un fenómeno nuevo en la capital: “Aquí vive gente en barco desde hace 25 o 40 años”. Para ellos, convertir el muelle en un “puerto de élite” rompería un ecosistema urbano donde conviven vecindario flotante, talleres, clubes y comercio náutico.

Aquí vive gente en barco desde hace 25 o 40 años

Antonio Pérez vive en su barco

Reclaman transparencia sobre el modelo de gestión y tarifas, garantías de continuidad y protección para residentes y náutica social, y la creación de una mesa de diálogo con los usuarios antes de cualquier cambio.

“Defenderé mi barco en la ley dice Antonio, porque es mi vivienda. Y como yo, jubilados, trabajadores y familias. Si el mar es de todos, el puerto también debería serlo.”

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