Un fragmento de dedo encontrado en Zaragoza confirma un extraño ritual romano
Ha sido localizado en el yacimiento 'Cabeza Ladrero' en la comarca de Cinco Villas. Se trata del primer caso atestiguado en la Península del rito del 'os resectum'

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Madrid - Publicado el - Actualizado
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El yacimiento arqueológico de Cabeza Ladrero, situado cerca de Sofuentes, en la comarca de Cinco Villas, no deja de dar sorpresas. Acaban de encontrar un resto “raro y muy atractivo, desde el punto de vista científico”, precisa el director de la excavación, Ángel Jordán, porque, “es el primer caso atestiguado en la Península del rito del os resectum”.
Se trata de un hallazgo que confirmaría la realización de un “rito funerario oscuro y muy poco conocido que, en esencia, consiste en cortar un dedo del difunto antes de su cremación y enterrarlo después. Un fragmento así es el que hemos encontrado”, puntualiza Jordán. Según los estudios realizados, la inhumación o enterramiento era la práctica más antigua para los romanos. Aunque posteriormente se generalizó la incineración de los cadáveres, era ceremonialmente necesario que una pequeña parte de los restos (por lo general el hueso de un dedo) fuese enterrado en la tierra junto con las cenizas en una urna.
Como este tipo de resto es pequeño, resulta muy complicado encontrarlo en una excavación. La metodología de trabajo que siguen en la necrópolis de Cabeza Ladrero (Sofuentes) es muy minuciosa y ha propiciado que se haya descubierto este fragmento de dedo. Para Jordán, “la dificultad de identificación de este tipo de restos genera cantidad de interpretaciones sobre él, habiéndose vinculado tanto a ritos de purificación como de enterramientos simbólicos”.
Igualmente su desarrollo cronológico es muy complicado de establecer, “aunque se tiende a pensar que se realizó más o menos hasta finales de la República, periodo en el que se adscribe el que hemos identificamos en la necrópolis de Cabeza Ladrero (Sofuentes)”, apunta el arqueólogo.
Los romanos tenían, al igual que hoy en día, sus propios rituales mortuorios. Algunas cosas curiosas eran la colocación de monedas en los ojos o en la boca: era el pago al barquero Caronte para que los trasladara por la laguna Estigia hasta la entrada al Hades. También era costumbre llamar por tres veces al difunto para verificar que realmente estaba muerto. Y, tras la cremación del cuerpo, y una vez que el fuego se hubiera extinguido -para ello se utilizaba vino-, se procedía a la recogida de las cenizas y los restos y se depositaban en el interior de urnas funerarias y sarcófagos, de mayor o menos lujo, en función del poder económico del difunto y su familia. Incluso, en los funerales de familias más adinerabas se contrataban organizadores que se encargaban de organizar el cortejo, con música, plañideras, incluso con escritores profesionales que elaboraban elogios fúnebres del difunto.