Sandra, cuentacuentos en la era de las pantallas: "Vivimos rodeados de ruido, pero los cuentos nos devuelven la calma"

Una narradora que lleva 25 años demostrando que, incluso en plena era digital, escuchar historias es un refugio para niños, adultos y familias enteras

Sandra Araguás
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HERRERA EN COPE EN JACA

Sandra Araguás, cuentacuentos

Paola Bandrés

Jaca - Publicado el - Actualizado

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En plena era de las pantallas, las prisas y el ruido constante, la narradora Sandra Araguás reivindica algo tan ancestral como revolucionario: detenerse a escuchar un cuento. Tras 25 años recorriendo colegios, bibliotecas, hogares y espacios culturales, la cuentista recuerda que las historias narradas no solo entretienen, sino que funcionan como un refugio donde niños, adolescentes y adultos pueden reconectar con ellos mismos, con los demás y con la magia de la tradición oral.  

Sandra Araguás

Sandra Araguás

El inicio de una pasión inesperada  

Sandra recuerda sus primeros pasos en este oficio: “Jamás pensé que iba a ser cuentista y que iba a vivir del cuento… y además todo legal, ¿eh? Pago, registro, está todo perfecto”. Lo que comenzó como una beca de investigación para recoger tradición oral en la Sierra de Guara con dos compañeras resultó ser mucho más. “Así fue como comencé, poco a poco ya me fui metiendo en este mundo de la investigación, de entrevistar abuelas, abuelos, de escuchar historias, canciones, romances, cuentos. De eso hace ya justo este año 25 años”, explica. 

Pero hubo un momento que cambió el rumbo de su carrera. “Cuando entregamos aquel primer trabajo de investigación, uno de los abuelos, Elías Mairal, me dijo: ‘Si yo te he contado los cuentos de mi casa y de mi abuela, es para que tú los cuentes, no para que críen polvo en la estantería’”. Fue entonces cuando Sandra reflexionó: si la investigación no se comparte, no sirve de nada. Desde ese momento comenzó a contar cuentos de manera profesional, un camino que sigue hasta hoy.

Sandra Araguás narrando un cuento en en pueblo de Lárrede

SANDRA ARAGUÁS

Sandra Araguás narrando un cuento en en pueblo de Lárrede

Narrar vs leer: la fuerza de la voz humana  

Sandra subraya que contar cuentos no es lo mismo que leerlos: “Cuando lo estamos narrando, estamos tú y yo enfrente, nos vemos la cara, nos escuchamos, sentimos las palabras al mismo ritmo, los corazones se acompasan. Entonces, es una manera de estar y de sentirnos distinta a cuando la leemos”. La lectura ofrece un texto fijo que se repite noche tras noche, mientras que la narración permite adaptaciones en la entonación, los silencios y la emoción, haciendo que la misma historia llegue de manera distinta según el momento y el público. 

Este poder de la narración oral no se limita a los niños. Sandra recuerda con cariño un fin de semana en la Red, en una casa con un hogar y una cocina maravillosa donde había mayores y pequeños: “No sé decirte quién disfrutó más, si los pequeños o los mayores, porque estaba todo el mundo encandilado. En realidad, a todo ser humano le gusta que le cuenten historias, no solo a los más pequeños”.

Escuchar cuentos como refugio en la era digital  

Sandra insiste en que asistir a una sesión de cuentacuentos ayuda a bajar las defensas y a desconectar: “Nos olvidamos del teléfono, de las prisas, de todo lo que nos rodea, del ruido que nos meten constantemente en la cabeza, y ahí es como volver un poco al origen, al estar cerca del que está compartiendo contigo la historia, al que está sentado a tu lado y se está riendo del cuento, o que se está emocionando al mismo ritmo que tú”. Este momento de pausa y escucha activa es más necesario que nunca en un mundo saturado de estímulos digitales y velocidad. 

En los colegios, Sandra observa cómo la exposición temprana a pantallas afecta la concentración de los niños. “Ahora llegas a muchos coles y en 3, 4, 5 años ves niños incapaces de estar sentados más de 10 minutos. Se mueven, no focalizan la mirada, no escuchan. Les estamos dando unas pantallas que van a tal velocidad. Si os acordáis de cuando éramos pequeños y veíamos, por ejemplo, David el Gnomo o Heidi, eran unos dibujos que hoy les parecen lentos”. Sin embargo, cuando los niños se acostumbran al ritmo pausado de la narración oral, ocurre la magia: disfrutan, se relajan y las maestras se sorprenden de su atención sostenida.

Sandra imparte talleres para niños

SANDRA ARAGUÁS

Sandra imparte talleres para niños

Imaginación y aprendizaje  

La narradora advierte sobre la importancia de dejar que los niños construyan la historia en su mente: “A veces llevo medio libro, enseño solo la portada y quizás las dos primeras ilustraciones, pero lo cierro y sigo contando oralmente. Muchos niños te siguen sin problemas y los ves que en su cabeza están montando la historia y lo están visualizando”. Cuando los niños dependen de la pantalla para seguir la historia, se pierde ese ejercicio de imaginación, tan valioso para el aprendizaje, la creatividad y el desarrollo del vocabulario.  

El papel de las familias  

Sandra destaca que los padres tienen un rol fundamental: leer y narrar cuentos con sus hijos no es solo por aprendizaje, sino también por el valor emocional y afectivo: “Para mí, como madre, esos ratos con mis hijos de estar leyendo han sido preciosos. Ahora los tengo grandes, pero todavía de vez en cuando se meten en la cama para compartir algún libro o algún cuento nuevo que he comprado y que estoy incorporando en las sesiones”. La lectura compartida fortalece vínculos, enseña a escuchar y ayuda a los niños a comprender mejor lo que leen, algo que se refleja en su desarrollo y en su relación con los libros.  

Adolescentes y público adulto  

Contrario a lo que muchos creen, para Sandra los adolescentes son un público fascinante: “Están como peleados, gruñones, todo el día en guerra con los padres, con las madres, con el mundo. Resulta que cuando alguien llega y los tiene sentados, a lo mejor los diez primeros minutos cuesta… y luego se hacen unos silencios y los ves que se meten dentro de la historia como pocas veces ocurre”. Para muchos adultos, la narración oral también es un descubrimiento: permite disfrutar de la emoción de un cuento sin prisas ni pantallas.  

Elegir la historia adecuada  

Elegir un cuento ideal para cada público no es tarea fácil. Sandra subraya: “A veces eliges cuentos y ves que no funcionan. Entonces lo que hay que ser consciente es de quién tienes al otro lado. A lo mejor no es el cuento, sino entender a quién va dirigida esa historia. El buen narrador lo que tiene que hacer, sobre todo, es valorar el espacio en el que está y el público al que se dirige. Y si sabes conectar con esa información, da igual lo que cuentes”. La clave no está en el cuento en sí, sino en la conexión emocional y en la manera de contar.  

La narración oral como refugio y vínculo humano  

Después de 25 años de trayectoria, Sandra mantiene la misma convicción con la que empezó: la narración oral es un espacio seguro y necesario. “Ojalá se acercara más gente a escuchar cuentos, porque de verdad volvemos a sintonizar en otro tono”. Los cuentos devuelven calma, fomentan la creatividad, fortalecen los lazos familiares y ofrecen una pausa frente al ritmo acelerado de la vida moderna. Ese poder, que solo tiene la voz humana, es hoy más necesario que nunca para reconectar con lo que nos hace humanos.  

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