Ramón, el cura de los ocho pueblos: "La gente cada vez necesita más a Dios, pero no quiere darse cuenta"
Este sacerdote aragonés recorre cada semana los pueblos del Pirineo para mantener viva la fe en una España rural cada vez más despoblada y secularizada

Ramón Clavería atiende ocho parroquias en el Pirineo Aragonés
Jaca - Publicado el
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Ramón Clavería, de 50 años, es un sacerdote rural que atiende ocho parroquias en el norte de Aragón: Salvatierra de Esca, Sigüés, Artieda, Mianos, Martes, Biniés, Villarreal de la Canal y Berdún, donde reside. Su historia representa la de muchos curas de pueblo que, con entrega y fe, sostienen la vida espiritual de una España vaciada que se apaga en silencio. En medio del frío, las distancias y la falta de fieles, su vocación es mantener encendida la luz del Evangelio allí donde casi nadie llega.

Ramón Clavería
"Desde pequeño quise ser cura"
“Desde pequeño quise ser cura. Tenía cuatro años y ya jugaba a celebrar misa”, recuerda Ramón Clavería, que nació en Luna, en la comarca zaragozana de las Cinco Villas, “el granero vocacional de la diócesis”, como él mismo lo define. Lleva más de once años sirviendo a sus feligreses desde el corazón del Pirineo Aragonés, en la Jacetania.
Atiendes ocho parroquias activas, aunque “sobre el papel son quince, porque algunos pueblos están abandonados o derruidos”. En Berdún dice haber “vuelto a vivir en una casa y no en un piso”, algo que para él significa estar “en el terreno, en la salsa del pueblo”.
Su rutina combina lo espiritual con lo cotidiano: “Mi jornada empieza con la oración. Dedico un tiempo largo a estar con Jesucristo, simplemente estar. Esa es la misión fundamental del cura”.
Después celebra la Eucaristía, a menudo solo, y comparte café o una infusión “con los grupicos de siempre”. En invierno, las tardes las dedica a estudiar, leer y traducir textos litúrgicos: “Estoy traduciendo el sacramentario gregoriano y el gelasiano. Es un trabajo de años, pero me apasiona. Y sí, también traduje un cómic inédito de Astérix”, dice sonriendo.
"La gente cada vez confía menos en el cura, y eso duele. Porque cuanto menos les parece que necesitan a Dios, más lo necesitan de verdad"
La soledad del cura rural
El paisaje humano que rodea a Ramón Clavería es el de una España rural vaciada, con iglesias frías, pocos feligreses y mucha soledad. “Hay días que celebro con dos personas. En Navidad, a veces solo vienen quince. Pero claro que merece la pena, porque celebramos el nacimiento de Cristo. Aunque me canse o me congele en la iglesia, esa gente tiene derecho a su fiesta de Navidad”.
"Hay días que celebro con dos personas. En Navidad, a veces solo vienen quince"
No oculta su preocupación por la pérdida de fe: “La gente cada vez confía menos en el cura, y eso duele. Porque cuanto menos les parece que necesitan a Dios, más lo necesitan de verdad. Vivimos en una sociedad que camina con una venda en los ojos”.
Comparando con las ciudades, Clavería nota una gran diferencia: “Cuando voy a Zaragoza y veo jóvenes en misa, me sorprende. En los pueblos, la secularización es tremenda. En una iglesia para 150 personas, ves veinte dispersas. Es la realidad”.
"Los curas no somos máquinas de celebrar misas"
La falta de sacerdotes y el envejecimiento rural obligan a los párrocos a multiplicar esfuerzos. “Llevo un cuadrante hecho para seis meses, porque tengo que organizar ocho parroquias. Hay pueblos donde no se celebra durante semanas porque no hay nadie”, explica.
A veces, los vecinos no entienden que no pueda llegar a todo: “Me dicen: ‘Tiene que venir usted aquí’. Y les contesto: si sabes ir al bar o al médico a otro pueblo, también puedes venir a misa allí. Es mejor una misa con 20 personas que cuatro con cuatro”.
Lo resume con firmeza: “Los curas no somos máquinas de celebrar misas. Si no vives lo que estás celebrando, te conviertes en un autómata. Y eso la gente lo percibe.”
Pese a la dureza, mantiene el ánimo y la fe: “Lo que me da fuerzas es saber que estoy haciendo lo que tengo que hacer. Y no tener miedo. En un pueblo de quince, hay quince opiniones distintas. Al final te toca decidir, y a unos les gustará y a otros no”.

Ramón Clavería y el delegado de medios de la Diócesis de Jaca, Ricardo Mur, en la festividad de Santa Orosia
El futuro de la fe en los pueblos
El diagnóstico de Clavería es claro: “ Nuestros pueblos están envejecidos y no nacen niños. No hay bautizos, ni jóvenes, ni vocaciones. Y muchas familias, incluso cristianas, si un hijo dice que quiere ser cura, intentan quitárselo de la cabeza”.
"La gente que dice que no cree siempre tiene un sustituto: el fútbol, la tele, el dinero… Pero todos creemos en algo"
La secularización, la falta de nacimientos y la ausencia de relevo generacional son las tres grandes heridas del mundo rural. Aun así, este sacerdote mantiene la esperanza: “Esto está en manos de Dios. Nosotros tenemos que hacer lo que toca. Y toca seguir, aunque cada vez seamos menos”.
Su mensaje final es tan simple como poderoso: “¿Cómo puedes vivir sin Dios? La gente que dice que no cree siempre tiene un sustituto: el fútbol, la tele, el dinero… Pero todos creemos en algo. Yo, sin Dios, no sabría vivir.”



