Juan Jesús, alcalde de un pueblo de mil habitantes en Málaga: "Aquí los concejales no cobran sueldo, solo la asistencia al pleno. La política municipal es más vocación que beneficio"

Muchos alcaldes de pueblos pequeños viven una vida muy diferente a la de grandes localidades de España

Juan Jesús, alcalde de Alfarnate

Juan Jesús, alcalde de Alfarnate

Luis Calabor

Madrid - Publicado el

3 min lectura

Mientras muchos pueblos de la España interior siguen perdiendo vecinos, otros se resisten a desaparecer. En Andalucía, donde la costa crece sin parar, el interior malagueño lucha por no quedar atrás. Alfarnate, con poco más de mil habitantes, es uno de esos municipios que se niegan a rendirse ante la despoblación. A 886 metros sobre el nivel del mar, este pequeño enclave conocido como “la corona de Málaga” combina historia, naturaleza y una manera de vivir que cada vez atrae a más personas que buscan tranquilidad sin renunciar a los servicios básicos. 

Allí gobierna Juan Jesús Gallardo, un joven alcalde de 33 años que lleva más de una década dedicado a la política local. Su historia, contada en el pódcast Mente Rural, refleja lo que significa dirigir un ayuntamiento pequeño en plena España vaciada: compromiso, cercanía y, sobre todo, mucha vocación. 

Alfarnate, localidad en Málaga

Alfarnate, localidad en Málaga

“Ser alcalde es un servicio público andante”

Ser alcalde es un servicio público andante”, dice Juan Jesús, con una mezcla de orgullo y responsabilidad. En Alfarnate, todo pasa por él: si se cae un árbol, si hay un corte de agua o si algo falla en las fiestas. “Un alcalde en un pueblo pequeño está disponible las 24 horas del día. Si hay un problema, llaman al alcalde, no a una oficina”, explica.

A diferencia de los municipios grandes, aquí no hay cargos liberados ni grandes sueldos. “Los concejales no cobran nada, solo la asistencia al pleno. La política municipal es más vocación que beneficio”, asegura. El propio alcalde percibe un sueldo modesto y organiza su jornada entre la gestión administrativa, los paseos por el pueblo para comprobar que todo esté en orden y el trato directo con los vecinos. 

Lejos de la idea de aislamiento, Alfarnate cuenta con los mismos servicios que una ciudad mediana: colegio, guardería, gimnasio, biblioteca y piscina municipal. “Un pueblo pequeño puede tener lo mismo que una ciudad grande”, defiende Juan Jesús. Su objetivo es claro: demostrar que vivir en el interior sigue siendo una opción viable.

El alcalde insiste en las ventajas de la vida rural: la seguridad, la cercanía y la calidad de vida. “Aquí los niños pueden salir solos a la calle sin miedo. Hay libertad, hay comunidad y hay tiempo”, explica. Según él, cada vez más familias se mudan desde la costa buscando tranquilidad y precios de vivienda más accesibles. 

La economía del municipio gira en torno al turismo rural, la agricultura y las fiestas tradicionales. Alfarnate presume de una de las ventas más antiguas de Andalucía, convertida en museo y restaurante, y de una curiosa celebración japonesa que atrae visitantes cada primavera: el Sakura, la fiesta del cerezo en flor.

“Un alcalde en un pueblo pequeño está disponible las 24 horas del día. Si hay un problema, llaman al alcalde, no a una oficina"

Juan Jesús

Alcalde de Alfarnate

La política cercana que mantiene vivo un pueblo

Todo empezó, cuenta el alcalde, cuando una colonia de japoneses pidió permiso para celebrar el hanami, la tradicional contemplación de los cerezos. “De ahí nació la idea del Sakura, una fiesta con ceremonia del té, música japonesa, bonsáis y gastronomía oriental”, recuerda. Hoy, esta celebración única en la provincia de Málaga se ha convertido en un símbolo de cómo la innovación puede convivir con la tradición. 

En Alfarnate, la política no se mide por ideologías sino por nombres propios. “En los pueblos pequeños se vota a la persona, no al partido”, reconoce Juan Jesús. Esa relación directa con los vecinos es la que mantiene unido al municipio. “La gente te para por la calle, te cuenta sus problemas, y espera que los soluciones. A veces incluso te llaman un domingo por la tarde”, dice entre risas.

Alfarnate es un pueblo muy característico

Alfarnate es un pueblo muy característico

Para este joven alcalde, el secreto está en la paciencia y la empatía. “He aprendido a escuchar y a conocer mis límites. Un alcalde debe tener mucha paciencia: con la administración, con los vecinos y consigo mismo”, confiesa.

Y aunque el camino no es fácil, su mensaje final es optimista: “Los pueblos tienen futuro si los creemos posibles. Alfarnate es la prueba de que vivir en lo rural no es un paso atrás, sino una forma distinta de avanzar”.

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