El pueblo de Cataluña con nombre en euskera en el que solo vive un vecino aislado del resto del mundo: lo abandonaron hace 45 años
Esta localidad cuenta con una historia insólita, y es que un solo vecino sigue viviendo en una villa con una historia trágica

La localidad de Arreu, en Cataluña
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La despoblación sigue siendo uno de los grandes retos de la España rural. Cientos de pueblos se vacían cada año, víctimas del aislamiento, la falta de servicios y las duras condiciones del entorno. Algunos acaban convertidos en ruinas. Otros, como Àrreu, en la provincia de Lleida, sobreviven gracias a la obstinación de una sola persona que se niega a dejar morir la memoria de un lugar.
Este pequeño núcleo del Pallars Sobirà, en pleno corazón de los Pirineos catalanes, es hoy el símbolo de la resistencia frente al abandono. Un rincón casi inaccesible al que no llega ninguna carretera y donde solo vive un habitante.

La historia de Arreu, en Lleida, es fascinante
Un pueblo con nombre... de origen del euskera y marcado por la tragedia
Aunque se encuentra en Cataluña, el nombre de Àrreu tiene raíces vascas. Según el filólogo Joan Coromines, comparte origen con otros topónimos como Arres o Arròs, y proviene de un étimo prerromano vascoide: “arro”, que significa “agrio” o “tronco”. Un vestigio lingüístico que recuerda la antigüedad y singularidad de este enclave perdido entre montañas.
Hoy, Àrreu es poco más que un puñado de ruinas de piedra y una casa habitada. Sin embargo, en otro tiempo fue un pequeño pueblo agrícola y ganadero que llegó a tener una treintena de vecinos. Las duras condiciones del entorno, los aludes y la falta de acceso acabaron condenándolo al olvido.

El nombre de Arreu viene del euskera
La historia de Àrreu está marcada por la tragedia. El 25 de diciembre de 1803, una violenta nevada sepultó el pueblo bajo la nieve. Muchos de sus habitantes murieron aquel día, y los supervivientes se vieron obligados a reconstruir la aldea unos 200 metros más abajo, buscando un terreno más seguro.
Pero la naturaleza no dio tregua. Entre las décadas de 1930 y 1970, nuevas avalanchas volvieron a golpear la zona. Aun así, el pueblo se resistía a desaparecer: durante la posguerra llegó a albergar unas 30 personas, que vivían del campo y del ganado.
Sin embargo, la falta de servicios terminó por expulsar a sus últimos vecinos. “Para llegar a la carretera más cercana había que caminar durante horas”, recordaban los antiguos residentes. No había escuela, ni médico, ni tienda. En 1981, la última familia hizo las maletas y se marchó.
Las avalanchas golpearon la zona a un nivel muy fuerte, hasta estar a punto de desparecer del todo
Eloi, el último habitante de Àrreu
Cuatro décadas después, Eloi Renau, un carpintero y artesano de Barcelona, decidió cambiar su vida por completo. Atraído por la historia del pueblo, lo visitó en los años 90 y quedó fascinado. “Me propuse devolverle la vida a este lugar”, explicaba en una entrevista con El Español.
Con paciencia y trabajo, Eloi fue adquiriendo terrenos, rehabilitando una casa de piedra y plantando sus propios huertos. Desde 2020 vive allí de forma permanente, rodeado de montañas, gallinas y silencio. “No quiero que Àrreu desaparezca. Este sitio tiene alma”, asegura.
Su proyecto incluye abrir una pista que permita subir en coche hasta el pueblo, aunque la obra aún no ha terminado. Mientras tanto, llegar hasta Àrreu sigue siendo una aventura: solo se puede acceder caminando o con vehículos todoterreno, tras una larga ruta por caminos de montaña.

Eloi, el único habitante del pueblo, en una entrevista con RTVE
Hoy, Àrreu parece suspendido en otra época. Los visitantes que se acercan por curiosidad o para hacer senderismo por los Pirineos se encuentran con un paisaje que combina ruinas, silencio y naturaleza salvaje. Entre los restos de antiguas casas de piedra, el único habitante cultiva frutas, verduras y mantiene su pequeño corral.
Eloi vive sin prisas, sin cobertura móvil y sin vecinos. Su rutina se parece poco a la de cualquier ciudad. “Aquí se escucha el viento, los pájaros, y nada más”, comenta a quienes se aventuran a visitarle.
A 45 años de su abandono, Àrreu sigue siendo un ejemplo extremo de lo que ocurre en muchos rincones de España: pueblos que desaparecen poco a poco, mientras una sola persona lucha contra el tiempo y el olvido.
Eloi Renau no busca fama ni turismo masivo. Solo quiere que Àrreu —ese pequeño pueblo catalán con nombre en euskera— vuelva a respirar vida, aunque sea con una sola voz.
“Mientras yo esté aquí, Àrreu seguirá existiendo”, afirma. Y con esa promesa, este rincón de los Pirineos mantiene encendida la luz que el resto del mundo apagó hace ya casi medio siglo.