Moguer rescata la figura de Curro Garfias, el poeta eclipsado por la sombra de Juan Ramón Jiménez
Poeta, investigador, crítico de arte y autor de himnos, la polifacética figura del escritor moguereño se reivindica para las nuevas generaciones

Huelva - Publicado el
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La localidad de Moguer rinde homenaje a una de sus figuras literarias más importantes y, a la vez, más desconocidas: Francisco Garfias López, conocido como Curro Garfias (1920). A pesar de ser el único autor de la provincia de Huelva galardonado con el Premio Nacional de Literatura, su legado ha permanecido en un segundo plano, eclipsado por la figura universal de su paisano Juan Ramón Jiménez. Ahora, diversas iniciativas buscan reivindicar su trayectoria y acercarla al gran público, especialmente a los más jóvenes.
Un legado a la sombra del Nobel
Curiosamente, el propio Garfias fue uno de los mayores responsables de la difusión de la obra del Nobel. Según explica su sobrino, Francisco López Alba, quien actualmente dirige la Casa Natal de Juan Ramón Jiménez, Garfias fue "el primer biógrafo, el primer investigador y la persona que abre el camino a las numerosas investigaciones que ha habido posteriormente sobre la figura de Juan Ramón". De hecho, los primeros 32 o 33 libros que se publican sobre el autor de Platero y yo llevan la firma de Garfias, quien regó y cuidó con esmero el "árbol frondosísimo que es el árbol de la poesía juanramoniana", un hecho que, paradójicamente, proyectó una larga sombra sobre su propia creación poética.
Pero la aportación de Curro Garfias va mucho más allá de su faceta de estudioso. Fue un creador polifacético que ejerció como crítico de arte, pregonero de fiestas como la Semana Santa de Moguer o el Rocío, y autor de himnos tan importantes como los de Huelva, Moguer y Palos de la Frontera. Su sobrino destaca de él "su generosidad, su cercanía, su humildad", cualidades que lo convertían en una persona muy querida y accesible a pesar de su gran nivel cultural.
Hoy he visto a Dios en los ojos de estos niños, en las bocas hambrientas, no lo tapaba el humo del incienso ni las volutas de oro""
Compromiso social y artístico
Otra de las facetas que se reivindican es su profundo compromiso con los más desfavorecidos. Durante su estancia en Madrid, dedicó su tiempo a dar clase a niños en El Cerro del tío Pío, por entonces la zona más deprimida de la capital. Ante la imposibilidad de criticar abiertamente al régimen, Garfias utilizaba un lenguaje religioso para denunciar la miseria que veía. "Hoy he visto a Dios en los ojos de estos niños, en las bocas hambrientas, no lo tapaba el humo del incienso ni las volutas de oro. Ese era Dios", escribía para describir la dura realidad de la posguerra.

No, yo sí, yo pintaba algunos cuadritos y tal""
Garfias fue también un enamorado de la pintura y un agudo crítico de arte, además de atesorar un extraordinario patrimonio artístico que hoy se expone en la sala Garfias de la Casa Natal. Su colección, recopilada en anticuarios de toda España, incluye obras de Benjamín Palencia, grabados de Pepe Hierro y dibujos de Alberti o Mingote. Pese a su enorme conocimiento, siempre hablaba de sus propias creaciones pictóricas con humildad: "No, yo sí, yo pintaba algunos cuadritos y tal". Su criterio era tan respetado que los grandes pintores onubenses del siglo XX, como Florencio Aguilera o Enrique Montenegro, consideraban que "nadie había cantado nunca su obra como Curro Garfias".

Sala Garfias en la Casa Natal de Juan Ramón Jiménez
Un futuro para su memoria
El esfuerzo por recuperar su figura comenzó en 2020, con motivo de su centenario, y ahora cobra un nuevo impulso. Uno de los objetivos principales es que las nuevas generaciones conozcan su legado. Por ello, se están organizando visitas y actividades con los alumnos del instituto de Moguer que lleva su nombre. Además, Luis Manuel de la Prada está trabajando en una biografía exhaustiva sobre el autor, que se espera que vea la luz el próximo año, y se pretende mantener viva su memoria con una programación continua de actividades en la sala Garfias.
Su perfil se completa con una gran pasión por la música, desde la clásica que le inculcó su hermana, profesora de piano, hasta la copla, de la que se enamoró. A través de su amigo, el letrista moguereño Sandro Valerio, se relacionó con grandes artistas como Lola Flores o Estrella Castro, consolidando la imagen de un "andaluz integral" cuyo recuerdo se busca ahora situar en el lugar que merece dentro de la cultura española.



