Desde su templo parroquial de Santa Ana vacío de fieles y discurriendo hacia los cercanos jardines de La Atalaya entre un público muy prudente, distanciado y con mascarillas, la imagen de Nuestra Señora de la Candelaria ha podido presidir su tradicional rosario de la aurora misional con el que, cada domingo del Domund, se suma a las intenciones de esta jornada.

El Ayuntamiento de Jerez lo permitió tras haberse prohibido la celebración de otras citas similares ante la situación sanitaria que estaba generando la pandemia y fue anunciado el mismo día en el que las autoridades municipales se vieron obligadas a explicar ciertas aglomeraciones en el exterior del recinto acotado para un festival musical que se había permitido en el centro de la ciudad.

Los hechos han dado la razón de este permiso. El recinto de La Atalaya, lugar en el que se ha desarrollado el acto religioso y que reúne muy cerquita de la propia sede de la Hermandad de la Candelaria, museos de relojes y del vino, cuenta con jardines que favorecían la posibilidad y en los que, sillas convenientemente distanciadas, facilitaban el cumplimiento de las medidas de seguridad.

Sólo 300 personas podían acceder a estos jardines, que lucían sillas distanciadas para que fueran ocupadas por todos aquellos que pudieron entrar antes que, cubierto el numerus clausus establecido fueran cerradas las cancelas de los jardines.

De hecho, los cofrades de la Candelaria, que también rinden culto de Nuestro Padre Jesús de las Misericordias, ya tenían testado el lugar toda vez que fue el marco en el que se celebró el Víacrucis de las Hermandades cuando, en 1994, el Consejo Local de Hermandades y Cofradías eligió a esta imagen para presidir este otro acto piadoso con el que comienzan la Cuaresma.

Se trata de la primera imagen devocional que puede realizar salida similar a las calles de Jerez, un rosario de la aurora cuyos rezos han estado dirigidos por el sacerdote Enrique Soler Gil, párroco de Santa Ana y director espiritual de la Hermandad. Manuel Martínez Pina, el hermano mayor, no podía ocultar su satisfacción por haber conseguido su celebración pese a las lógicas dificultades.