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GASTRONOMÍA CAMAREROS (Crónica)

"Soy camarero", alegato por la "comprensión" del cliente

Comandas de café que son auténticos galimatías, niños corriendo que ponen a prueba el equilibrio de las bandejas, llamadas con silbidos o pedir una caña sin dar siquiera los buenos días son algunas de las situaciones que afrontan a diario los camareros y que ahora se exponen con humor en un libro. ,"Soy camarero", publicado por Grijalbo con el subtítulo de "el cliente no siempre tiene la razón", fue primero un perfil en varias redes sociales de Jesús Soriano C

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 12:07

Pilar Salas

Comandas de café que son auténticos galimatías, niños corriendo que ponen a prueba el equilibrio de las bandejas, llamadas con silbidos o pedir una caña sin dar siquiera los buenos días son algunas de las situaciones que afrontan a diario los camareros y que ahora se exponen con humor en un libro.

"Soy camarero", publicado por Grijalbo con el subtítulo de "el cliente no siempre tiene la razón", fue primero un perfil en varias redes sociales de Jesús Soriano Coto (Alzira, Valencia, 1987), quien lleva en el oficio por vocación desde los 16 años. Gracias al humor y a la ironía, se convirtió en un altavoz para un sector que no siempre es bien tratado por el público.

En alianza con el ilustrador valenciano Xarly Rodríguez "Lucreativo", estas experiencias se han convertido en una novela gráfica que transcurre en el bar Manolo, uno de esos de barrio de toda la vida, con sus clientes "telaraña" -los que pasan más tiempo en la barra que en casa- y los que van de paso, y sus camareros profesionales y aquellos que buscan un extra para el verano.

Amenazado por un moderno gastrobar vecino, el nuevo camarero, Jorge, se las ingeniará para sacar de apuros el negocio entre anécdotas de todo tipo y una historia de amor.

Porque, entre cafés, tapas y cañas, los camareros ligan. "Los bares son como un Badoo físico", dice a Efe Jesús Soriano en alusión a la red social para entablar nuevas relaciones. "A veces te dejan el número de teléfono en un papelito sobre la mesa".

No todo son alegrías, especialmente en estos momentos en los que se les ha dejado el papel de "policías" que deben velar por que los clientes cumplan las normas que ha traído la pandemia. "A veces hay que pedirles que se pongan la mascarilla, que esperen a que desinfectemos las mesas... Algunos compañeros han recibido insultos y hasta agresiones. Pedimos comprensión, porque las normas no las ponemos los camareros", comenta.

Añade que son "pocos" los bares y restaurantes donde no se respetan, pese a lo que algunas autonomías les han impuesto el cierre. Una amenaza no ya sólo económica para estos negocios, sino para un estilo de vida: "España es un país de bares", asevera.

Soriano, que actualmente trabaja en el Bar de Homer en Alzira, ha lanzado su propia línea de camisetas con "frases graciosas" de camareros -"ni la comida viene en lata ni los camareros vuelan, paciencia por favor", por ejemplo- y una línea de mascarillas, y gracias a las redes sociales acumula cientos de anécdotas propias y de colegas.

"La más desagradable en carne propia, fue con una clienta un poco bebida que empezó a molestarme, tocarme y gritarme; tenía una navaja y tuvo que intervenir la policía. Eso te lo acabas llevando a casa", recuerda.

La más emotiva de una pareja mayor que fue al Bar de Homer a celebrar su aniversario y a la que le improvisó un postre con velas, flanes y nata: "Se me rompió el alma cuando me dijeron que estaban contentos, pero también tristes porque le recordaba al hijo que habían perdido".

Y es que sostiene que hay "bastante de cierto" en la vertiente de psicólogo que en ocasiones tienen que desarrollar los camareros. "Pero no tenemos el título", subraya entre risas. "No nos disgusta; muchos vienen a charlar más que a tomar un café. Pero si alguna vez escuchan el molinillo de café, que hace bastante ruido, es porque no tenemos ganas o tiempo para escucharles", añade.

Como "psicólogo" tras la barra, señala que la pandemia ha traído "clientes más irascibles, más nerviosos, más deprimidos", algo que también afecta a los camareros por la "incertidumbre" de mantener su trabajo ante las restricciones y los cierres temporales.

El intrusismo, jornadas laborales que llegan a sobrepasar las diez horas y las libranzas -"un día en vez de los dos preceptivos para el 80 o 90 % de nosotros y nunca en fin de semana", protesta- son algunas de las lacras de una profesión en la que "cuesta compaginar la vida social con el trabajo", aunque la "vocación" les mantiene bandeja en ristre.

Como cliente, asegura que es "muy majo". "Los camareros solemos ser los mejores clientes porque lo llevamos dentro e intentamos facilitar el trabajo todo lo posible".

Por contra, advierte de que hay un "infierno" que espera a los malos parroquianos, los que les llaman con silbidos, se dejan la educación y la paciencia en casa, no saludan ni dan las gracias o, especialmente para Soriano, dan golpecitos con una moneda en la barra para instar a que les cobren. "Me dan taquicardias; y me ponen de muy mala que me corten una conversación con otro cliente", admite.

Si quiere evitar ese "infierno", salude, agradezca, espere su turno y deje propina. O de lo contrario se verá reflejado en la versión alternativa que ha hecho Soriano de Tripadvisor en Instagram (tripclienteadvisor), donde los camareros se quejan de los malos clientes. EFE

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